Miguel Ángel Ibáñez Gómez - maiges_ps@hotmail.com

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lunes, 7 de mayo de 2012

Mirando hacia alternativas.



                     Recuerdo los primeros momentos del 15M en mi ciudad. Y el recuerdo que más me contrarió fue el de una pequeña concentración (que parecía una clase universitaria sacada del aula de la facultad y llevada a la explanada de la plaza) dirigida por un profesor universitario (de acento argentino) que se dirigía a los alumnos (a un lado de las tiendas de campaña) intentando persuadirles de que la actual Constitución (1978) no había sido votada por gran parte de la población actual y apostando por una república (implícitamente de orientación marxista). Obviamente han pasado ya casi 40 años de la primera Constitución española que nos ha traído verdadera paz interior y que en cuarenta años prácticamente la mitad de la población que la votó ha desaparecido o no tenía edad para votar; ¿Pero no les parece un argumento verdaderamente manipulador y poco ético? Hay quien sigue pensando que todo vale para arrimar las ascuas a su sardina (eso sí que es preocupante; y más si emana del ambiente universitario).

                  Pero lo que pretendo hoy no es esa crítica (porque sí), si no que esta viene a colación, nuevamente, de que las maneras y la formas (en especial el camino) es más importante que el fin (y como siempre digo el camino define el fin por sí mismo). Así que nada positivo se puede esperar de quienes manipulan de manera tan grosera a la juventud. Y por ese motivo me animo a promocionar mi idea de una mejor democracia, basada en un proyecto realizado hace ya unos años (y que fue motor para descubrir percepciones del entorno, que aunque no siempre acertadas – porque la verdad suele guardarse en cajón de siete llaves – si permiten acercarse a la realidad – como diría Humberto Ecco: Las hipótesis, por muy disparatadas que sean, permiten construir una escalera que conduce a la verdad y una vez en esa Verdad de nada sirve la escalera construida).

                 La participación de la sociedad en el devenir económico-político es necesaria – no sólo para mejorar el sistema democrático, sino para darle una mayor perspectiva y dinamismo; y el cauce que para ello he diseñado presenta ventajas merecedoras, a mi parecer, de aprecio y traslada (conscientemente y sin engaños) parte de las decisiones económicas cotidianas a la población (consumo consciente) y dota a los dirigente políticos de una herramienta útil que permite orientar y potenciar los “valores” que la sociedad desea que exista en las actividades económicas y políticas; dando lugar a una mutua interacción entre sociedad y grupos dirigentes económico – políticos. Complementando y evaluando (la sociedad) los sistemas de de gestión económico-empresarial y político unidireccionales (y convirtiéndolos en bidireccionales) e influyendo decisivamente en el único instrumento real que tiene la sociedad para influir en el sistema económico (consumo consciente con el gasto familiar cotidiano de bienes y servicios).

                  Ello quiere decir que no es suficiente con que se produzcan bienes y servicios, si no que es tan importante o más la manera de producirlos (los salarios pagados, los impactos negativos y positivos en el entorno, los beneficios sociales, la naturaleza de las materias primas, las plusvalías legítimas e ilegítimas generadas, el origen de los capitales invertidos en las actividades….) todo ello trasladado (de forma sencilla) al etiquetado del producto (o servicio; incluidas las administraciones públicas, las entidades representativas y todo tipo de sociedades de toda naturaleza ) y con la garantía de fe otorgada por los poderes públicos (y sometida a criterios técnicos y seguimiento de los criterios empleados a través de Internet). En un proceso de evaluación continua frente a los ciudadanos que, acaban por asumir la responsabilidad que contraen al realizar compras de productos, bienes o servicios, o aportar votos u cuotas a organizaciones políticas, sociales o sindicales  (incluidos los bancos): pues cada vez que se compra un bien o un servicio se premia y potencia un modo de producción o de gestión y unos "valores" humanos determinados de distinto signo que no siempre perciben las clases medias.

Ello es la Norma Básica sobre Bienes de Consumo (NBBC).

La pulce d'acqua Angelo Branduardi  

 





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