Si
concibiéramos que vivimos una normalidad democrática, posiblemente este pacto a
nivel de Estado, para el Gobierno de la Nación, apenas sería objetable; han
existido numerosos pactos desde el inicio de la Democracia en pueblos, ciudades
y CCAA´s que en modo alguno han generado la intranquilidad que este, a nivel
Estatal, está generando en los sectores conservadores. Habría que remontarse al
inicio de la Democracia y revisar artículos de Emilio Romero para recordar cómo
ya entonces, el advenimiento del PSOE al gobierno del Estado generaba similar vértigo
en la derecha española, pues se recordaba – aún
cercana la dictadura y recién implantada la Democracia – el recuerdo aún
vivo en muchos de los ciudadanos, al menos en los mayores de 50 años, la idea
de la Guerra Civil que hizo posible los 40 años de dictadura. Emilio Romero - (muchos de sus alumnos se destacarían como
analistas y se incluirían en distintas tendencias periodísticas, también las ubicadas
en la izquierda, expresando sus esperanzas en una democracia joven y renovada)
– señalaba el precipicio del recuerdo propio y colectivo, y el sufrimiento que
padeció por entonces la sociedad civil española; aquél precipicio del recuerdo
se mostraba como una línea roja que él, con sus artículos, ponía sobre la mesa
de muchos hogares de España, expresando su indudable temor a que las
circunstancias históricas se repitieran otra vez de manera precipitada.
Por entonces
existía un Alfonso Guerra que hacía honor a su apellido, haciendo temblar de
pánico a numerosos conservadores, que veía en ese intelectual que se desbordaba
hablando en mítines causando fervor y admiración entre las masas de militantes
y simpatizantes socialistas, el diablo que acabara por llevar a cabo esos
proyectos de transformación de un país, removiendo los cimientos más profundos
sobre los cuales se había reconstruido la Nación bajo el caudillo que nos había
salvado de los rojos. Es obvio que para la derecha no había existido mejor
periodo dorado para la economía española que aquella que se había desarrollado
desde que los americanos visitaran al General español y se pasease con él por
la Castellana: los dorados 60 habían hecho posible en España, por fin, el
nacimiento de una clase media con estándares que empezaban a ser homologables a
los ciudadanos europeos. Aun estaba
reciente el recuerdo de la Segunda Guerra Mundial (que vino a consolidar el papel de la URRS) y generales, como Charles
de Gaulle, gobernaban democracias del nivel de Francia en occidente, como
también ocurría en algún caso en el (rojo)
Este; incluso el propio Dwight D. Eisenhower había
sido General de muchas estrellas, antes que Presidente
de los EEUU, visitaba a Franco, no solo como el representante de la Nación más
poderosa y referente de democracia en occidente, sino como héroe carismático de
la Segunda Guerra Mundial (la historia de
EEUU está llena de Presidentes militares elegidos en las urnas por los
Norteamericanos y que han pertenecido tanto a partidos republicanos, como
demócratas, como independientes).
En
España eso era inconcebible. No se podría pretender que un general llegara a
ocupar la más alta instancia de la representación popular y ciudadana de una
Nación que había estado gobernada 40 años por militares, y entrar con militares
a la cabeza del Estado en un proyecto democrático; y sin embargo, la compleja
situación internacional que hacía posible la guerra fría, permitía que expertos
o personajes que habían gestionado las complejidades de la seguridad interna y
externa de una nación llegaran a ocupar las presidencias de sus países en
votaciones libres y plebiscitos (como son
los militares de alta graduación) ocupando presidencias de gobierno en democracias
que se consideraban ejemplares.
Así
que cuando el dúo Felipe y Alfonso se vislumbraban como el tanden que iba a
gobernar los destinos de nuestro Estado, saltaron las alarmas de los recuerdos
traumáticos, y aún recientes, en gran parte de la población. Y desde la derecha
azuzaron el miedo, de manera inmisericorde, a la llegada de la Socialdemocracia,
presentándola como aquél Socialismo de los años treinta que hizo posible la
caída de la Monarquía, el advenimiento de la República y la catástrofe de la Guerra
Civil.
Sin
embargo, aquél discurso de Emilio, haciéndose eco de los desastres de la Guerra,
no recogía el derecho a la autocrítica que hizo posible el desentendimiento
entre los españoles y, con ello, dejando el espacio necesario para la entrada
en escena de los intereses internacionales – en especial anglosajones – que azuzarían el antagonismo interno,
promoviendo el ascenso de un joven General por medio de una Guerra Civil que
acabaría siendo la vergüenza propia, y ajena en Europa (hasta llegar a establecer el dicho de que África empezaba en los
Pirineos). Han pasado cuarenta años de democracia en España sin que haya
existido una verdadera reflexión de fondo sobre aquél hecho dramático, que permitiera
establecer las verdades o hechos esenciales sobre las cuales se sustentara
aquél delirio colectivo y social, que supuso una orgía de sangre, fuego y
horror. Difícilmente se puede construir una Democracia sólida sin conocer las
debilidades de la naturaleza humana que definen el carácter español y que hacen
posible que desde populismos de extrema izquierda y derecha se azuce la
desconfianza y se desborde la irracionalidad alcanzando las calles e incluso
las vidas cotidianas de los ciudadanos. Parece desconocerse cuando las
condiciones sociales y políticas hacen posible que exista un hueco para el
populismo de extremos (puesto que basta
que se dé cabida a uno de los extremos de los populismos para que el otro
extremo reclame, bajo la idea de que también tiene derecho a expresarse para
saltarse, también, el marco de la Constitución y en qué aspectos se diferencia
ese “salto” de sus antagónicos extremistas). Y sin embargo, según ha ido
conviniendo políticamente, un “ala” democrática – de este ave que representa el vuelo o el tren de la democracia en
España - ha permitido excusar el
advenimiento de un líder radical de extrema izquierda, y consecuentemente, al
proceder así, ha hecho posible que el otro ala que sostiene nuestra democracia,
exculpe el nacimiento de un extremo similar de signo contrario, haciendo
imposible e inverosímil o ilegítimas o torticeras las quejas de la izquierda
democrática sobre el temor que le produce el nacimiento de un partido que
encumbra o recupera la idea, la añoranza, o la simpatía por el gobierno del
General que mantuvo una dictadura en España durante 40 años y la posibilidad de
retornar a un formato similar por medios democráticos (es decir: persuadiendo a la población de que la democracia liberal, con
su sistema de partidos, les engaña, y no conduce a ninguna parte). Análogamente,
el líder de extrema izquierda también salió a las palestras televisivas con un
discurso que dinamitaba la Constitución del 78 como punto de partida para una
experiencia democrática en España y que él consideraba errónea y fraudulenta;
sin ni siquiera reconocerle ningún logro y volviendo su mirada hacia otro punto
de partida que se había ignorado y que él consideraba el legítimo: La II República
y su derrocamiento “ilegítimo” por un fracasado Golpe Militar que dio lugar a
una Guerra Civil y con ella una dictadura, a cuya conclusión emergería una
Corona que nadie había votado.
Hay
que reconocer que el vértigo, que producía en los conservadores españoles este
reseteo que proponía el líder radical, tenía sólidas bases, pues además su meta
final ideal era el modelo soviético. Además el discurso de ese líder extremo,
conectaba con las heridas no resueltas de la Guerra Civil, pues sobre ellas
hemos pasado de puntillas para edificar nuestra Democracia, y ello ha sido un
verdadero y permanente punto débil de nuestra sociedad; pues ello ha dado lugar
a que cada tendencia política, que se ve identificada con una de las versiones
o de los partidarios que escenificaron aquella tragedia, permita en su seno,
albergar la idea de que aquello fue un hecho excepcional y, por lo tanto, épico;
por lo tanto le otorga una “legitimidad” (se
sea del bando o tendencia que se defienda) avalada, en cada bando, por sus
propios mártires y/o víctimas, y con ello también un cierto “derecho” a volver
a recorrer, si es preciso, de nuevo el mismo camino ya transitado en el pasado
y cuyas consecuencias acabarían siendo similares (sin duda).
Ya
señalé en su día que lo que hoy ya se ha juzgado como sedición en Catalunya no
es otra cosa, a mi parecer, que la punta del Iceberg de una trama mucho más
profunda, a nivel de Estado, cuyo objetivo no es mejorar la Constitución y
resolver los conflictos del pasado histórico de una vez, sino por el contrario
imponer su criterio (el que debió, a su
juicio, imponerse en la España de 1936: El triunfo y aplastamiento del
Alzamiento Nacional). Ya en los prolegómenos de la transición democrática,
se publicaba un libro, que por su título en sí, se vislumbraba en él todo un deseo
de revancha (lo menos que deseaban la
mayoría de los jóvenes españoles que deseaban un país de libertades homologadas
a las europeas y que percibían la Guerra Civil como el mayor fracaso social que
un Estado puede albergar en su seno, a todos los niveles, social, político, estructural,
de proyecto común) “En el día de
hoy, cautivo y desarmado el ejército faccioso, han alcanzado las tropas
republicanas sus últimos objetivos militares. La guerra ha terminado. Firmado,
Juan Negrín, presidente del Gobierno, el 1 de abril de 1939”. Solo
el titulo ya viene a señalar que aquello no podía ser más que una mala novela
destinada a reescribir una historia que ya se había “consolidado” y aceptada
internacionalmente. Era negar la realdad y las circunstancias que hicieron
posible aquél desastre; era negarse a profundizar en las evidencias y los
errores en la convivencia. Era, en definitiva, sembrar el germen de una mentira
y una ensoñación; y con ello dar la posibilidad de negar lo sucedido, proponiendo
un nuevo escenario social y político donde volver a “saldar deudas” históricas
(como si con una vez no hubiéramos tenido
bastante). Afortunadamente, aun siendo joven, con 17 años, ya me había
leído la versión de los hechos por Hughes Thomas y ya intuía, de alguna manera,
que si el Alzamiento había triunfado y la República entraba en su seno en una
guerra Civil también, había motivos de sobras para preguntarse a dónde nos
hubiera conducido el triunfo de una República que en sus discrepancias internas
resolvía las cosas a tiros (es decir, los
mismo partidos que pudieran hallarse en el Congreso dialogando o debatiendo,
cuando carecían de Parlamento mandaban a sus militantes a liarse a tiros con
los rivales…. Qué tipo de democracia era esa? Dónde estaba la tolerancia que
debe presidir cualquier sistema democrático?)
Tardé
muchos años en concebir lo que realmente ocurrió, o lo más probable. Un PCE
intentaba imponer un comunismo Estalinista en medio de una Guerra Civil, gracias
a que la República precisaba de armamento que solo le proporcionaría la URSS bajo
sus condiciones de mantener comisarios políticos comunistas (era obvio que de la II República española,
por distintos motivos, ni Inglaterra ni Francia confiaban en ella; consecuentemente,
un libro oportunista y revanchista no podría rebatirlo ni reescribirlo). El
PCE al instaurarse la II República solo poseía dos diputados, pero el
arrinconamiento internacional de la República les permitió a los Comunistas
crecer desmesuradamente; y el último gesto de la República fue el de aliarse
Socialistas y Anarquistas para barrerlos del frente de guerra y dar vía libre a
Franco (pensando, probablemente, que
instauraría la monarquía y que se abriría, más pronto que tarde, una nueva etapa
democrática). Fue el “gesto” simbólico de la II República, señalando que
muchas de sus decisiones tomadas fueron “forzadas” para defender un régimen que
se consideraba legalmente constituido (pero
que nació de unas elecciones municipales, sin dar opción a un plebiscito claro
y honesto donde preguntar claramente a la población por el tipo de régimen que
desearía para sí; aunque fuera cierto que la monarquía, en aquél entonces, se
había desprestigiado por sus vinculaciones en el desastre de Annual y el apoyo
al Golpe del General Primo de Rivera, con el que pretendió evitar que el
informe Picasso llevara a una criminalización de los mandos del ejército de África;
pero sin embargo una pregunta clara a ese respecto tal vez hubiera fracasado en
un referéndum; probablemente por ello no se hizo). Lo
cierto es que en España hemos tenido dos repúblicas y las dos han acabado
siendo un desastre civil, ocasionando sangre y muertos; y sobre ello no
reflexionamos, sino que hay políticos pertinaces y contumaces que pretenden
reescribir una historia que, de repetirse, por no analizarse, daría el mismo
resultado.
De
ahí los temores legítimos ante el pacto de Pedro y Pablo.
En
España, al confeccionarse la Constitución sobre la cual hemos construido este
primer periodo democrático de 40 años (que
se puede y debemos mejorar entre todos desde la moderación y sabiendo que el
trabajo será duro y arduo) se puso mucho cuidado en estructurarla sobre
unos pilares básicos que evitaran reproducir un enfrentamiento civil
nuevamente. Se consiguió una Monarquía con un Rey (que no era el candidato del Bunker, precisamente por ser de rasgo
tolerante y democrático) situándolo en la cúspide la las FFAA (y convirtiéndose por ello en objetivo de
terroristas de extrema derecha en varias ocasiones). Hemos tenido muchas
tramas golpistas, e incluso grupos terroristas sospechosos de ser controlados
por la extrema derecha o sirviendo a intereses extranjeros que pretenden
controlar la dirección de nuestros gobiernos democráticos. Todo ello ha sido
resuelto con nuestra pertenencia al proyecto europeo de la UE. (desde ahí se han desarticulado golpes, se
han inmovilizado tramas – como en Grecia – y tenemos estabilidad, a pesar de la
situación catalana, por el momento). Hemos conseguido con la Monarquía,
desarrollar el proyecto de la II República con la garantía del Rey y de la
Monarquía; y, en definitiva hemos vivido una República con la protección de la
Monarquía, que ha controlado los temores y vértigos que se han ido produciendo
en los altos mandos militares de un (nuestro)
ejército que mira una y otra vez con pavor, como se repiten las transgresiones
a las líneas rojas que hicieron posible un enfrentamiento civil en el pasado.
Hoy en día tenemos la posibilidad de no repetir errores y, sin embargo, parece
que existen líderes políticos empeñados en reescribir una historia para traernos
una nueva República que difícilmente traería un mejor horizonte del que ya
tenemos (pues así lo han manifestado);
por el contrario la idea de inestabilidad de España se confirmaría
internacionalmente, y las mismas inseguridades sobre nuestro presente y futuro
se establecerían en el pensamiento anglosajón, dando lugar, en el mejor de los
casos, a un súbito cambio de Estado, como los que estamos viendo hoy en día en
países hermanos de nuestra cultura.
Todo
ello es previsible destino no porque el PSOE pacte con el UP, sino porque los
lideres mediáticos de UP no ofrecen garantía de respetar el marco
Constitucional para profundizar en los aspectos necesarios que permitan mejorar
nuestra democracia (parece absurdo señalar este periodo y etapa primera como
ilegítima e inútil, sin reparar en que el marco democrático, el marco de los
valores de la Constitución no ha sido respetado, ni ha penetrado plenamente en
la población y ciudadanos precisamente porque se han puesto objeciones y
obstáculos impropios e indeseados; y estos obstáculos no han sido removidos por
los responsables políticos que debieran haber tenido el valor – por tener ese deber – de removerlos para
que esos valores hubieran sido percibidos, plenamente, por la sociedad, los
ciudadanos y el pueblo español; parece que prefirieron vivir dentro de sus “espacios
de confort”, con sus privilegios y prerrogativas institucionales, haciendo
posible el deterioro de la democracia y la percepción de una corrupción
galopante, donde partidos como CiU han sido pillados con la manos en la masa – ya era imposible ocultarlo más – y en
vez de confesarse han permitido y han movilizado a la gente de su CCAA
Catalana, para que ellos, en las calles, defiendan su modelo corrupto de
gestión política). Esa es la verdadera “vergüenza” sobre la cual se quiere
asentar un cimiento que nos lleve a una III República (que por consiguiente será tan ilegítima en términos legales, como ahora,
ésta que se pretende ahora, lo sería en términos morales – pues no es otra cosa
que una huida pretendidamente hacia adelante, cuando en realidad podría observarse como una carrera hacia un mismo precipicio que ya sabíamos todos
donde se hallaba y se halla). Con esta acción, si se lleva a cabo, se
otorga legitimidad, la misma legitimidad, a la parte contraria; y por
consiguiente se le confiere la autoridad para desenvolverse en los mismos
términos que lo hizo en los años treinta; con lo cual, como quienes determinan
el futuro de sus intereses en el Mediterráneo siguen siendo los anglosajones,
nuestro devenir será, previsiblemente, el mismo.
El
reto se haya en saber defendernos de las amenazas de los extremos; conservar el
espacio de centro político y social; resolver nuestros problemas sociales y
estructurales entre nosotros, para no dar cabida ni hueco a las maniobras que
desde el extranjero permitan orientar nuevamente nuestro futuro político según
sus interés militares estratégicos. Y no veo a Pablo en esa capacidad, para
nada.
La PAC (Política Agraria Común) es una ayuda que se da a los agricultores con el objetivo de conseguir una calidad de vida y de calidad en la agricultura. Esta ayuda se modifica de manera constante para que cada año esté actualizada con las necesidades de los agricultores. Se desarrolla en el medio rural, en el mercado y con ayudas directas a los agricultores que las necesitan.
La PAC Llega como una subvención y ayuda para que los pequeños y grandes agricultores no tengan problemas económicos a la hora de cultivar sus cultivos, para que puedan comerciar con ellos de manera nacional e internacional y para que puedan modernizar sus métodos. Se accede a la PAC gracias a convocatorias."
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