Miguel Ángel Ibáñez Gómez - maiges_ps@hotmail.com

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miércoles, 6 de noviembre de 2019

Lo que desconocen, los trabajadores, que vayan a votar extremos extremos.



Mi persona no había reparado en ello; ya que en sí mismo, el franquismo, al ser mi persona tan joven, no lo vivió como un drama (aunque drama hubiera en mi casa y tal vez si me pusiera a mirar encontraría, tal vez, conexiones procedentes de la guerra civil que azotarán por igual, en daño y catástrofes a los civiles de ambos bandos - unos por ser movilizados sí o sí, y los otros tal vez por lo mismo – otros por ser represaliados y los otros también – y luego ese silencio impuesto por los vencedores de una guerra que perdimos todos y que ganaron, en realidad, una minoría; pues las imposiciones y criterios llegaron de fuera y aquí vivimos bajo una libertad vigilada) (siendo todos desacreditados y estigmatizados en los entornos de las democracias europeas teniendo que demostrar, constantemente, que, en alguna medida, éramos una sociedad aceptable, en la que se podría vivir bien (sin el requisito de mantener y ejercer libertades) pues a la definitiva, todos éramos "menores de edad" respecto a saber cómo ejercer dentro de una democracia; por ello era orgánica, porque "estábamos tutelados" por el propio Estado – y las mujeres tenían una "doble tutela", la del Estado y la del criterio del marido – pues casarse era la única salida decente para ellas).
En otros artículos de este blog, ya se señalaban que el ejercicio de las libertades dentro de una democracia pueden parecer beneficios inapreciables (y podríamos estar quejándonos de todo cada día, y poner peros a unos y a otros responsables políticos constantemente, dependiendo de la insatisfacción personal de cada uno; pero sobre todo por el incierto futuro que nos va alcanzando y que habla - después de esta primera gran crisis que ha reducido el bienestar económico de muchas familias y las perspectivas de toda una generación de jóvenes - que "algo hay que hacer" para que siempre no suceda lo mismo y nos lleve a la misma decepción). Tener libertades de expresión, de criticar, de hablar, de escribir, de expresar nuestros pensamientos, parce un hecho tan cotidiano, al que estuviéramos tan acostumbrados, que nos parece imposible que no podamos seguir manteniéndolos; nos da la impresión que forma parte de nosotros y que nadie, "gobierne quien gobierne", nos lo podrá quitar nunca ya; aunque viniera un "comunismo republicano"  o una "resurrección franquista", con o sin corona – porque a ese lado también hay multitud de republicanos (como le decía a un compañero – creo que el único monárquico por la derecha extrema es el Sr. Abascal)  - pensamos que nuestro "derecho a expresarnos" nadie ya nos lo puede quitar.
 Pensar así no sólo es signo de ensoñación y desconocimiento de la historia de Europa, de un paraíso perfecto que nunca sería posible, (si solo le dedicáramos cinco minutos a pensar en ello – cinco minutos que los votantes de los extremos no dedican porque si lo hicieran no votarían lo que votan.
Siendo joven, al llegar a un barrio de mi ciudad por primera vez, nos decía el estanquero (del Estanco de tabacos) (era el año 1979) que la primera persona que murió en ese barrio al comienzo de la guerra civil fue una vecina que viendo pasar a los camiones repletos de requetés y falangistas, les replicó levantando el puño en alto; le pegaron un tiro desde uno de los camiones. 
Algo que consideramos tan cotidiano y de derecho de cada persona, como es en una manifestación mostrar nuestros principios e ideales, se convertiría para ella y causa de su muerte sin más juicio que el criterio de un soldado o un mando que estaba en transitando dentro de un camión. (Puede haber algo más absurdo?????)
 Así que las iras de las personas se pueden trocar en voto radical, ignorando que ellos mismos, tal vez, no lo harían mucho mejor que los que ahora están gobernando y que probablemente, su deseo radical de no tener oposición política, ni nadie que les contradiga, no es otra cosa que la manifestación de su propia incapacidad para entender que la Verdad, también, para ser construida (pues se debe construir entre todos) precisa de reconocer parte de Verdad en los otros e incluso en los que consideramos "diferentes". Y que si anulamos el derecho de opinar de los diferentes y de los "otros" es porque probablemente no entendemos ese principio tan básico, y propio de toda sociedad.
Ello lo podríamos observar en cuestiones tan sencillas como las cotizaciones a la Seguridad Social. Algo de lo que dependen nuestras pensiones y nuestro bienestar en la vejez. Le puse el caso a un compañero de unos jóvenes trabajadores que fueron a preguntar por las cotizaciones que realizaba su empresario a la Seguridad Social, pues sospechaban, por el tren de vida que llevaba el "patrón", que no estaba cumpliendo con la hacienda y ello les podría perjudicar en el futuro. Y llegados a esas oficinas les mostraron la relación de cotizaciones y vieron que su empresario no estaba cotizando por sus trabajadores. Pusieron una denuncia y llegado el juicio no pudieron demostrar lo que habían visto en esa oficina, porque otra secretaria les dijo que no se podrían mostrar ese tipo de documentos; así que fueron juzgados por "denuncia falsa" y condenados a pena de cárcel que no llegaron a cumplir (gracias a la amnistía de la Transición – tal vez todo ello no hubiera sido otra cosa que una estrategia destinada a encarcelar trabajadores y sindicalistas para poder negociar en la Transición la inmunidad de otros franquistas en el ejercicio de sus potestades durante el régimen; así funcionaría la política a ciertas alturas).
Así pues, quien piense que el derecho, ese del sentido común que la democracia nos trajo con leyes que garantizaban nuestra vejez, durante el franquismo hubo quien se vio sorprendido porque no le quedara paga porque su empresario se la hubiera gastado en otros quehaceres mejores que ingresar las cuotas de la seguridad social.
Ello puede volver, como otras muchas adversidades que ahora no se ven porque consideramos nuestros derechos, por pocos que nos parezcan, propios e inherentes a nuestra clase social de trabajadores y, por ello, parte inherente a una democracia; pero si nos empeñamos en ese camino podríamos encontrarnos con que los periódicos no pueden opinar libremente (y el gobierno siempre lo hace todo bien); con lo que empiezan haber países buenos y malos; así como grupos sociales malos; luego partidos malos y buenos; y al final un gobierno que dice "quienes son los buenos y los malos". Y aunque seas del partido que gobierne de esa manera, tendrás que morderte la lengua, pues nunca podrás opinar sin correr el riesgo de que alguien te llame subversivo o traidor.
Todo ello llega con nuestros votos – pero los que nunca pierden son los que viendo esto que llega piensan que sacarán tajada (al final se darán cuenta que para llegar a la cima de ese nuevo gobierno, o para alcanzar un buen puesto; o una recomendación, no solo hay que tener cierta valía real, sino prestarse a hacer cosas que nunca podrán contar a nadie; y que la lucha interna dentro de ese partido que al final será único, es la misma o más cruel que la que hoy en día pudiera haber para llegar a la cima de algunas formaciones políticas, donde sus militantes no votan a sus líderes libremente (para pedirles cuentas si hiciera falta durante su mandato) , sino que deben considerarse fieles militantes que admiran constantemente y con sumisión al mega-líder iluminado que ha llegado y cuya voluntad es ley y debe cumplirse por unos y otros sin replicar. En democracia esos líderes pueden caer (porque están sometidos a control y critica), pero en un formato autoritario NO.  
Piensen en lo que votan, porque después, tal vez, no haya remedio (para unos y otros).

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