Al fin la sonrisa que me dedica últimamente la “kiosquera” (desde el primer día le compro el paquete de Luky “box”) tomó un cariz afectivo, despojado de la cortesía bonaerense (que tan impersonal y formal parece) aprendida como máscara fundamental de las relaciones con el desconocido y que tanto chirría , al principio, cuando descubrís como una tontería cualquiera es capaz de mostrar eso mismo, que es una máscara que oculta el enojo interno. Todo el mundo andá enojado con el otro medio y la solución es la cortesía casi extrema (y postiza). Pero cuando el Bonaerense muestra su corazón (y te lo abre) se descubre el cielo y el cálido sol que se refleja en sus ojos te inunda el corazón de ternura.
Me fui caminando por 9 de Julio hacia la estación de Retiro (con la intención de ver el mar). Me dijeron que el forjado de la misma se realizó con el hierro fundido de los cañones que se usaron en las guerras de independencia. El Sol se me “comía” la tarde; y al sobrepasarla se apareció como una esquina de la parte más pobre del Brons. Me figuré a mí mismo como forastero (con el plano en la mano y una cartera de bandolera) y pensé que lo mejor era pensar en retornar antes de que la tarde se oscureciera. Me tomé el Subte hasta la Diagonal y allí volví a pasear por Corrientes. Si en la visita anterior acabé en una disquería, y rematando, en una pizzería de una callecita adyacente; ahora acabé en una librería preguntando por algún libro de Borges que describiera la ciudad (¡Qué mejor que leer Borges estando en BsAs!). El librero, muy amable me indicó el último ejemplar de sus obras completas y revisadas (120 pesos y aceptan VISA) ¡Ese libro es mío! – me dije. Mientras realizaba la transacción me fijé en otro sobre cocina criolla (en piel y 200 pesos – mejor para otra ocasión, me dije), pero tuve la ocurrencia de compartir con el librero mi frustración con lo que me salvó el deseo mostrándome otro, más económico y accesible (¡Al saco! – me dije). Además, preguntándole por lugares donde probar el asado criollo tuve la fortuna de que me indicara tres (uno bien caro, para turistas, otro bien barato, y bonito, y uno más con espectáculo de tango; todos anotados en su tarjeta). ¡Veníte por aquí y me decís que tal te fue con la cena! (Por supuesto que iré si la indicación fue buena – me dije mientras salía de la tienda con mi botín).
Llego al apartamento y leo las primeras líneas con avidez de la dedicatoria a su madre Leonor Acebedo: “ Quiero dejar escrita una confesión, que a tiempo será íntima y general, ya que las cosas que le ocurren a un hombre les ocurren a todos.” (¡Bravo Borges! Has tirado al fango a tod@s los “divos de mediocridad” que andan de listos por la vida, que la tentación de estafar todos la han tenido alguna vez, pero es eso... tentación (más fortaleza y valor se precisa para resistir la tentación) y no presumir de valor por haber caído en ella (pues en ella cayendo caéis en el infierno cotidiano de la mediocridad y aduladeo “engañoso” y previsible). Busco entre las páginas si puedo encontrar algún nuevo punto en común y ¡Toma! Página 100: El cementerio de la Chacaritta y leo: “La muerte es vida vivida, la vida es muerte que viene; la vida no es otra cosa que muerte que anda luciendo” atribuido a un guitarrista orillero. (Sí! vas bien Borges). Veo más coincidencias… “Evaristo Carriego”???; pero el remate se haya cuando afirma que los ángeles le hablan sobre como los muertos, ya muertos, creen seguir vivos al otro lado. Borges… has entrado en mi corazón; me da igual cuál fuera tu vida. Te volviste mi debilidad. Contigo, entre tus páginas, regresaré a Bs As, sin mediar horas de vuelo. Bs As, eres mía y no a través de una tanguería. Bs As, tengo tu alma, Borges me la muestra (mientras tus adversarios te leyeron y te leen buscando una manera de reconciliarse contigo). Vuelvo a la primera página del libro y anoto (como siempre lo hago con mis libros preciados) la fecha, el año y mi frima. ¡Gracias Borges!
Me fui caminando por 9 de Julio hacia la estación de Retiro (con la intención de ver el mar). Me dijeron que el forjado de la misma se realizó con el hierro fundido de los cañones que se usaron en las guerras de independencia. El Sol se me “comía” la tarde; y al sobrepasarla se apareció como una esquina de la parte más pobre del Brons. Me figuré a mí mismo como forastero (con el plano en la mano y una cartera de bandolera) y pensé que lo mejor era pensar en retornar antes de que la tarde se oscureciera. Me tomé el Subte hasta la Diagonal y allí volví a pasear por Corrientes. Si en la visita anterior acabé en una disquería, y rematando, en una pizzería de una callecita adyacente; ahora acabé en una librería preguntando por algún libro de Borges que describiera la ciudad (¡Qué mejor que leer Borges estando en BsAs!). El librero, muy amable me indicó el último ejemplar de sus obras completas y revisadas (120 pesos y aceptan VISA) ¡Ese libro es mío! – me dije. Mientras realizaba la transacción me fijé en otro sobre cocina criolla (en piel y 200 pesos – mejor para otra ocasión, me dije), pero tuve la ocurrencia de compartir con el librero mi frustración con lo que me salvó el deseo mostrándome otro, más económico y accesible (¡Al saco! – me dije). Además, preguntándole por lugares donde probar el asado criollo tuve la fortuna de que me indicara tres (uno bien caro, para turistas, otro bien barato, y bonito, y uno más con espectáculo de tango; todos anotados en su tarjeta). ¡Veníte por aquí y me decís que tal te fue con la cena! (Por supuesto que iré si la indicación fue buena – me dije mientras salía de la tienda con mi botín).
Llego al apartamento y leo las primeras líneas con avidez de la dedicatoria a su madre Leonor Acebedo: “ Quiero dejar escrita una confesión, que a tiempo será íntima y general, ya que las cosas que le ocurren a un hombre les ocurren a todos.” (¡Bravo Borges! Has tirado al fango a tod@s los “divos de mediocridad” que andan de listos por la vida, que la tentación de estafar todos la han tenido alguna vez, pero es eso... tentación (más fortaleza y valor se precisa para resistir la tentación) y no presumir de valor por haber caído en ella (pues en ella cayendo caéis en el infierno cotidiano de la mediocridad y aduladeo “engañoso” y previsible). Busco entre las páginas si puedo encontrar algún nuevo punto en común y ¡Toma! Página 100: El cementerio de la Chacaritta y leo: “La muerte es vida vivida, la vida es muerte que viene; la vida no es otra cosa que muerte que anda luciendo” atribuido a un guitarrista orillero. (Sí! vas bien Borges). Veo más coincidencias… “Evaristo Carriego”???; pero el remate se haya cuando afirma que los ángeles le hablan sobre como los muertos, ya muertos, creen seguir vivos al otro lado. Borges… has entrado en mi corazón; me da igual cuál fuera tu vida. Te volviste mi debilidad. Contigo, entre tus páginas, regresaré a Bs As, sin mediar horas de vuelo. Bs As, eres mía y no a través de una tanguería. Bs As, tengo tu alma, Borges me la muestra (mientras tus adversarios te leyeron y te leen buscando una manera de reconciliarse contigo). Vuelvo a la primera página del libro y anoto (como siempre lo hago con mis libros preciados) la fecha, el año y mi frima. ¡Gracias Borges!
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