La teoría del más tonto señala que siempre que puedas encontrar un tonto que sobrevalore un bien que tu posees tendrás beneficios. Es una de las teorías piramidales; conseguir mediante la persuasión de la oportunidad que otros entren en la pirámide es una manera de conseguir beneficios, hasta que ya no existen más tontos, entonces estalla la burbuja.
Un amigo, hace unos 30 años, me sorprendió compartiendo conmigo una idea de posibilidad especulativa en base a una aportación de 100 ptas; lo presentaba como una especie de “magia” por la cuál se multiplicaba, sin motivo aparente, el dinero invertido; lo más sorprendente de todo es que por aquella época buscábamos la autosupervivencia, la autogestión y la independencia de los sistemas financieros mediante la vuelta al campo (y probablemente alguno de sus conocidos, caídos en la trampa, buscara implicarle en esa aventura, extendiendo la pirámide por otras latitudes).
Recuerdo el problema de Fórum Filatélico y Afinsa, que se consideró una estafa piramidal; pero que previamente recibió premios y distinciones oficiales e incluso recomendaciones ministeriales para invertir en esa empresa. Dada la magnitud y la envergadura que alcanzó el negocio, debió merecer la atención de las instituciones reguladoras (pues más que una inversión comercial tomaba aspecto de ser una captación de capitales); pero el Banco de España trasladó las obligaciones de control a las comunidades autónomas (alegando que se tratara de una actividad de consumo) y éstas (ante la envergadura del problema – y probablemente el numeroso grupo de personalidades que se fotografiaron con directivos de la empresa) no supieron enfrentarlo, o simplemente apareció el concepto de prudencia (preservar el puesto propio y no arriesgarlo en ninguna aventura). Nadie de los que entonces avalaron aquella operación ha salido al ruedo a dar explicación alguna (tal vez fueran las circunstancias del momento y el carisma exitoso alcanzado lo que protegía a dicha empresa) y nadie de los que tenían encomendadas las funciones de control tampoco salieron a dar explicación alguna.
Otra burbuja interesante fue la de la especulación con la flor del tulipán (S.XVII) y que llevó a la ruina a Holanda.
El engaño se basa en los anhelos de otros (aspiraciones que se saben inmerecidas y que acaban por contraer compromisos indeseados y pérdida del derecho a actuar en conciencia). No hay mejor nación que aquella en que el trabajo honesto permite vivir con dignidad y no hay peor ejemplo que ver prosperar a las personas con engaños y malas artes (y no parece que haya necesidad de muchas leyes para controlar estas situaciones; sólo un poco de sentido común).
Sin embargo creo, que a pesar de la dura experiencia que nos puede esperar, todo volverá a ser como antes (bastará que vuelva la prosperidad) y volverán las “estafas” o negocios piramidales y volveremos a las burbujas (mejor o peor controladas); pero si algo podemos sacar de todo esto es (que a pesar de que veamos que hay gente que se enriquece rápidamente): el mejor negocio en la vida es el que se hace con los pies en el suelo, sobre el trabajo cotidiano, olvidándonos de soñar con rápidos negocios o compromisos aparentemente florecientes y basar nuestras esperanzas en la honradez cotidiana del trabajo bien hecho. Y dejar que la recompensa, si viene, sea desde el Cielo.
Un amigo, hace unos 30 años, me sorprendió compartiendo conmigo una idea de posibilidad especulativa en base a una aportación de 100 ptas; lo presentaba como una especie de “magia” por la cuál se multiplicaba, sin motivo aparente, el dinero invertido; lo más sorprendente de todo es que por aquella época buscábamos la autosupervivencia, la autogestión y la independencia de los sistemas financieros mediante la vuelta al campo (y probablemente alguno de sus conocidos, caídos en la trampa, buscara implicarle en esa aventura, extendiendo la pirámide por otras latitudes).
Recuerdo el problema de Fórum Filatélico y Afinsa, que se consideró una estafa piramidal; pero que previamente recibió premios y distinciones oficiales e incluso recomendaciones ministeriales para invertir en esa empresa. Dada la magnitud y la envergadura que alcanzó el negocio, debió merecer la atención de las instituciones reguladoras (pues más que una inversión comercial tomaba aspecto de ser una captación de capitales); pero el Banco de España trasladó las obligaciones de control a las comunidades autónomas (alegando que se tratara de una actividad de consumo) y éstas (ante la envergadura del problema – y probablemente el numeroso grupo de personalidades que se fotografiaron con directivos de la empresa) no supieron enfrentarlo, o simplemente apareció el concepto de prudencia (preservar el puesto propio y no arriesgarlo en ninguna aventura). Nadie de los que entonces avalaron aquella operación ha salido al ruedo a dar explicación alguna (tal vez fueran las circunstancias del momento y el carisma exitoso alcanzado lo que protegía a dicha empresa) y nadie de los que tenían encomendadas las funciones de control tampoco salieron a dar explicación alguna.
Otra burbuja interesante fue la de la especulación con la flor del tulipán (S.XVII) y que llevó a la ruina a Holanda.
El engaño se basa en los anhelos de otros (aspiraciones que se saben inmerecidas y que acaban por contraer compromisos indeseados y pérdida del derecho a actuar en conciencia). No hay mejor nación que aquella en que el trabajo honesto permite vivir con dignidad y no hay peor ejemplo que ver prosperar a las personas con engaños y malas artes (y no parece que haya necesidad de muchas leyes para controlar estas situaciones; sólo un poco de sentido común).
Sin embargo creo, que a pesar de la dura experiencia que nos puede esperar, todo volverá a ser como antes (bastará que vuelva la prosperidad) y volverán las “estafas” o negocios piramidales y volveremos a las burbujas (mejor o peor controladas); pero si algo podemos sacar de todo esto es (que a pesar de que veamos que hay gente que se enriquece rápidamente): el mejor negocio en la vida es el que se hace con los pies en el suelo, sobre el trabajo cotidiano, olvidándonos de soñar con rápidos negocios o compromisos aparentemente florecientes y basar nuestras esperanzas en la honradez cotidiana del trabajo bien hecho. Y dejar que la recompensa, si viene, sea desde el Cielo.
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