Tres tardes embebido leyendo a Borges (porque no hay nada mejor que leer a Borges en BsAs. Sus poemas sobre los atardeceres, sobre las calles, sobre algunos personajes históricos, sobre historias y leyendas que se publicaron hace 80 años y que fueron completadas con cartas - de otras personas mandadas al autor - que precisaban, desde la otra orilla del río - Montevideo - detalles sobre dichas leyendas - aportando datos y nombres y circunstancias). Desde luego que el mejor sitio para leer Borges es BuenosAires (y me concedí, en cuanto reconocí la oportunidad, el placer de saborearlo en esta primavera de diciembre: entre los jacarandás en su bella flor malva), aunque no me entendieran algunos que esperaban mi asistencia ansiosa a las milongas. Al final, ayer me fui a la Milonga de los martes en El Beso (llamada ese día de la semana, si no me equivoco, Cachirulo, pues la milongas cambian de nombre según el día de la semana aunque se realicen en el mismo local). A las 22:00h ya estaba prácticamente llena. La gente sabía milonguear, algunos con estilo; me ubicaron muy cerca de una de las alas abarrotada de mujeres. A mi lado había varias parejas y algunos hombres "sueltos"; y un grupo de hombres se encontraban “aparcados” en la barra del bar. Nada más sentarme recibí la mirada sonriente y complaciente de la señora que se encontraba a mi lado (pero no pude ir más allá de devolverle la amabilidad pues vino con pareja que presenciaba la escena con mirada “territorial”). Estuve observando la milonga durante una secuencia completa: tanda de tango, tanda de tango, tanda de milonga…y supuse, como así fue, que la secuencia se repetiría con vals; entonces me dejé ver y consecutivamente, tres chicas de una misma mesa me “citaron” y acepté; antes había estado observando a una belleza de unos cuarenta años, pelo castaño, esbelta, vestida de rojo y falda negra y de un exagerado y llamativo cinturón. Me pregunté que era en concreto lo que hacía que me fijara en ella (porque evidentemente era espectacularmente atractiva, el mérito no estaba ahí) Había algo más y quería saber que era. Me pareció que hablaba español (sería argentina?), y luego hablaba inglés con fluidez (…eso era… su pelo…era su pelo… me recordaba al de Saly…) así que con el misterio “descubierto” me resultaba fácil, ya, controlar la sensación.
Estaba milongueando con una Neoyorquina y sin sospecharlo, levanté la vista para buscar el espacio que tenía por delante (iba bailando por la orilla exterior y dando muchos giros sobre mí mismo en ambos sentidos, mientras mantengo la linea de danza); alcé la mirada buscando ese espacio y vi su falda negra, levanté la mirada y sus ojos miraban los míos, desde su “soledad acompañada” por su pareja ocasional de baile (y los apartó como sorprendida – o descubierta- ¿cómo revelar un interés en un ambiente tan explícito?). Gracias desconocida… tu mirada fue como si me hubiera mirado el Sol y me hubiera reconocido de otras vidas.
Esta mañana la dediqué a visitar, una parte, de Puerto Madero. De camino, paseando por las calles de centro de BsAs, llegué a uno de los edificios más viejos de la ciudad al Cabildo de Buenos Aires y de la Revolución de Mayo (construido, si no me yerra la memoria, por jesuitas españoles – los valerosos que convivieron con los guaranís) y convertida en prisión y hoy lugar de turismo. Cerca, estoy en la Plaza de Mayo, un inmenso árbol de Navidad (que presidirá la entrada del verano); aún lado la Catedral (cuya entrada parece un templo griego) y antes de llegar a la Casa Rosada, una manifestación (de prueba)... la potente será mañana con Cristina al frente.
Puerto Madero es casi una ciudad privada para la élite de Argentina. Sus rascacielos permiten obtener una gran visión de la ciudad y de la otra orilla del río. Desde esa posición dominante (si se deseara se podría cerrar el acceso a Puerto Madero controlando los pocos puentes que la unen a la ciudad) se encuentran los verdaderos ricos de la ciudad; el centro de negocios y los prejuicios a los que no son como ellos. Es la única parte de la ciudad en la que que existe una señalización urbana al estilo europeo. Al lado, y como pulmón particular de Puerto Madero, la reserva natural (un gran espacio tomado al río con tierras procedentes de escombros que con los años se ha poblado de vegetación autóctona), muchos miles de metros cuadrados verdes es la zona natural de este barrio (yo diría, más bien, ciudad contigua).
Al lado del muro que protege el parque natural y a lo largo de ese límite, se encuentran, alineadas, parrilleras para los trabajadores de Puerto Madero. Te comes un chiripan (como D.manda) por 8 pesos y un litro de cerveza fría por 11 (un huevo = 1 peso); y un Biffet por 20 (así en una escala que permite a cualquier currante comer según sus posibilidades del día). Una mesa, enfrente del chiringuito, expone todo tipo de mejunjes para “pintar” el bocata.
Después de fotografiar una parte (la más turística) – con el puerto deportivo de los pudientes a los pies de sus viviendas y negocios (al más puro estilo norteamericano) uno se va pensando si habrá riqueza material como esa para toda la humanidad (me parece que no….)… por eso habrá tantos guardas jurados en cada edificio, en cada banco, en cada paso (un mendigo, con la chaqueta rota a lo largo por la espalda, paseando por cerca de la entrada de uno de los rascacielos, me hace pensar si en esas soberbias casas habrá gente caritativa o se ha ganado la confianza de los guardas y pasea por allí para protegerse de la violencia nocturna de Bs As).
Me tomo el 105 y en 30 minutos estoy bajo la ducha, cambiándome la ropa (hoy a 30ºC).
Estaba milongueando con una Neoyorquina y sin sospecharlo, levanté la vista para buscar el espacio que tenía por delante (iba bailando por la orilla exterior y dando muchos giros sobre mí mismo en ambos sentidos, mientras mantengo la linea de danza); alcé la mirada buscando ese espacio y vi su falda negra, levanté la mirada y sus ojos miraban los míos, desde su “soledad acompañada” por su pareja ocasional de baile (y los apartó como sorprendida – o descubierta- ¿cómo revelar un interés en un ambiente tan explícito?). Gracias desconocida… tu mirada fue como si me hubiera mirado el Sol y me hubiera reconocido de otras vidas.
Esta mañana la dediqué a visitar, una parte, de Puerto Madero. De camino, paseando por las calles de centro de BsAs, llegué a uno de los edificios más viejos de la ciudad al Cabildo de Buenos Aires y de la Revolución de Mayo (construido, si no me yerra la memoria, por jesuitas españoles – los valerosos que convivieron con los guaranís) y convertida en prisión y hoy lugar de turismo. Cerca, estoy en la Plaza de Mayo, un inmenso árbol de Navidad (que presidirá la entrada del verano); aún lado la Catedral (cuya entrada parece un templo griego) y antes de llegar a la Casa Rosada, una manifestación (de prueba)... la potente será mañana con Cristina al frente.
Puerto Madero es casi una ciudad privada para la élite de Argentina. Sus rascacielos permiten obtener una gran visión de la ciudad y de la otra orilla del río. Desde esa posición dominante (si se deseara se podría cerrar el acceso a Puerto Madero controlando los pocos puentes que la unen a la ciudad) se encuentran los verdaderos ricos de la ciudad; el centro de negocios y los prejuicios a los que no son como ellos. Es la única parte de la ciudad en la que que existe una señalización urbana al estilo europeo. Al lado, y como pulmón particular de Puerto Madero, la reserva natural (un gran espacio tomado al río con tierras procedentes de escombros que con los años se ha poblado de vegetación autóctona), muchos miles de metros cuadrados verdes es la zona natural de este barrio (yo diría, más bien, ciudad contigua).
Al lado del muro que protege el parque natural y a lo largo de ese límite, se encuentran, alineadas, parrilleras para los trabajadores de Puerto Madero. Te comes un chiripan (como D.manda) por 8 pesos y un litro de cerveza fría por 11 (un huevo = 1 peso); y un Biffet por 20 (así en una escala que permite a cualquier currante comer según sus posibilidades del día). Una mesa, enfrente del chiringuito, expone todo tipo de mejunjes para “pintar” el bocata.
Después de fotografiar una parte (la más turística) – con el puerto deportivo de los pudientes a los pies de sus viviendas y negocios (al más puro estilo norteamericano) uno se va pensando si habrá riqueza material como esa para toda la humanidad (me parece que no….)… por eso habrá tantos guardas jurados en cada edificio, en cada banco, en cada paso (un mendigo, con la chaqueta rota a lo largo por la espalda, paseando por cerca de la entrada de uno de los rascacielos, me hace pensar si en esas soberbias casas habrá gente caritativa o se ha ganado la confianza de los guardas y pasea por allí para protegerse de la violencia nocturna de Bs As).
Me tomo el 105 y en 30 minutos estoy bajo la ducha, cambiándome la ropa (hoy a 30ºC).
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