Miguel Ángel Ibáñez Gómez - maiges_ps@hotmail.com

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viernes, 1 de junio de 2012

Desde B.A. (6 de diciembre de 2011 )

    Viajar a un país con propia lengua permite las comparaciones. Como si de un cambio de pareja se tratara (un cambio temporal). Se ven las diferencias de las emociones que transmiten los informativos (la forma de abordar las noticias, los límites que se ponen al entrevistado, la forma de cambiar de tercio, las traducciones de las películas, casi todas traducidas en México, transmitiendo – los mismos largometrajes - otro tipo de valores que en España). Si al principio la pronunciación resulta graciosa, luego se muestra que en todas partes, de alguna manera, “cuecen habas” y recuerdo a uno que viajó a India y que al cabo de años volvió, afirmando muchas cuestiones simbólicas, consustanciales al destino de los Hombres y Mujeres, entre ellas que todos los países tienen sus “misiones” diferenciadas para guiar, en conjunto, a la humanidad.
    Pienso, también, que cada hombre y mujer tiene su “misión” (una hacia dentro y otra hacia quien le rodea) y que solo se entiende esa misión cuando se está “al otro lado” (demasiado tarde llega la claridad). Creo que hay guías “invisibles” de la humanidad que sostienen “modelos” de conducta previsible, con el fin de que la humanidad no se desvíe de la “línea trazada” y usan de las debilidades humanas (celos, envidias, complejos… en el fondo distintas formas del miedo que habita en cada uno) con el fin de reconducir incesantemente la humanidad.
    Creo que existe el lugar (en este mundo) donde todos estamos de acuerdo (en nuestro fuero interno); ahí se intuye todo lo “común” (como si fuera un logos). Donde no tiene cabida, ni razón, las distintas formas en que se muestra el miedo del mundo sensible. Pero desde ese lugar ¿Quién puede gobernar la vida? (propia o colectiva). De ahí la izquierda, el centro y la derecha; como instrumentos donde asirse para no perder el “norte”: el corazón, el entendimiento y la acción.
    ¿Cómo aceptar que el mundo es como es y no se puede cambiar? Que la miseria forma parte de la riqueza, que los desamparados están destinados a las tragedias, que la alegría precede a la tristeza, que la abundancia precede a la escasez, que quien tiene (cuando ve al que carece) se indigna o conmueve pero nada puede hacer frente a la gran inercia de la humanidad en una vida tan corta.
    El Mundo parece una paradoja. Cuando se tiene se despilfarra, cuando hay escasez se ahorra, si se es un país es rico en producción de carne (cuando esta escasea) mejora la salud de sus habitantes porque comen más legumbres (aunque añoren la carne); todos hablan de amor (y más las mujeres) pero les atrae la virilidad (que está unida, indefectiblemente, a cierto grado de violencia más o menos latente). Y si le quitamos al hombre su “violencia” (competitividad) reducimos su virilidad. Si “levantamos” a la mujer esta adquiere formas sutiles de “violencia” (se adhiere a los defectos masculinos que se pretendían eliminar como causa de los males del mundo). Se lucha por el poder para erradicar aquello que nos hiere; pero para alcanzarlo hay que “combatir” y sacrificar lo que se pretendía proteger, y para mantenerse en el poder hay que aceptar las formas de violencia que impone la “moralidad” (que hacen posible que los grupos estén unidos) y entonces nos oponemos a la ética (la libertad individual: y la reducimos al consentimiento del “capricho” y lo elevamos éste a la condición de derecho individual). La justicia depende de la óptica de los “agentes” que operan en su estructura (políticos, policía, abogados, fiscales, jueces, entorno social) y para el desamparado se funda en el prejuicio y para el común en el “procedimiento” y para los “formales” en la benevolencia.
    Si un hombre o mujer confunde su “cargo social” con sus apetencias personales, pueden pasar décadas hasta que cese en el cargo para ser sustituido por otro que (lleno de poder) pueda acabar confundiendo lo mismo.
    El Paraíso no es de este mundo (y si hay alguna fórmula para llegar a él, esta parece lejana).
    Hay quien afirma que el Paraíso está en el interior de cada uno (pero la intimidad parece invadida por los sistemas de seguridad y las grandes multinacionales).
    Se habla de la libertad del Gaucho (o del beduino) pero ésta está ligada a la violencia necesaria para mantener la propia vida. Herrando por los caminos y durmiendo bajo las estrellas, con amores encontrados en cualquier paraje (a los que seducir con lindas palabras) y olvidarlos (componiendo canciones para recordar el momento en cada estrofa o contar alguna historia entre el churrasquito compartido). Pero a todo ello se opuso la organización política del territorio y a todo hombre se domesticó y se le dio una cruz (donde morir pacíficamente).
    Se afanan hombres y mujeres, cada día, en un trabajo eterno (para mantener el cuerpo y el alma). Si se tienen hijos… todo son preocupaciones. Si no se tienen se echan de menos. Si se tiene pareja… acaba pesando.
    Y anda todo el mundo buscando el equilibrio (pero si lo encontráis siempre habrá a alguien que le molestará: se le llama destino). Parece que todos los refranes del mundo avisan de que es necesario ocultar la felicidad (cuando la felicidad, por sí misma, es una exteriorización). Si te mudas a un lugar para estar solo, siempre tiene que acercarse alguien a ver que hacéis y a meterse entre vuestros pucheros: “¿Encontraste la felicidad? ¡compartirla!, ¡no seáis egoísta!”. Pero la felicidad de uno no es igual a la de otro, ni hombre ni mujeres somos iguales, como no hay igualdad en la condición de nacimiento ni de experiencia (para qué hacer a todos iguales y uniformes).
    El mundo es una paradoja… por la que todos pasamos y del que nos llevamos respuestas individuales (al igual que dejamos los mensajes de nuestra “misión”) aunque no lo sepamos.
    Volvemos todos al “hades” (que es lo contrario de la vida: por eso sigue siendo vida)(de la misma manera que el Ateo hace de su centro a D.) y de él volvemos a la vida: quien rompa el círculo que lo haga para él solo (este mundo ya no quiere héroes) y que aparente que quedó atrapado. (Tal vez por eso digan que el mundo pertenece al Príncipe de la Luz).
    Viajar a un país con propia lengua permite las comparaciones (y otorga destellos de lucidez). Pero luego hay que regresar…







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