Miguel Ángel Ibáñez Gómez - maiges_ps@hotmail.com

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sábado, 16 de julio de 2016

Mentir ¿Viene de mente? Y, por lo tanto, ¿de pensar?


Pienso que ya estoy en la recta final de esta gran confesión. Apenas este artículo y otro más sobre mis trabajos en la Administración local – que creo que no se reconocieron al nivel adecuado pese a la importancia que tenían, a mi modo de ver -, y que por ello someteré a la opinión de mi entorno mediante, como ha sucedido en esta cadena de artículos.  También realizaré alguna aclaración sobre el texto más complejo de todos los por mí realizados Gestión de recursos Humanos, pues, aunque ya anticipé en otro artículo, que merece una profunda revisión – pues no es igual cómo se piensa a los 41 años como a partir de los 50 – y en ello me hizo reflexionar el atentado de Niza, y por ello me urge encontrar la idea que extraje de la obra de “Historia de las Ciencias de Michel Cherres, profesor de la Sorbona de París.
Cuando entré en la Agrupación  – hace ya algo más de unos tres años – me decidí a trabajar en ella, en cuanto me hice una idea global de la misma – cosa que costó realmente mucho tiempo -, pues todo, las formas, las maneras de trabajar, todo me resultaba extraño y ajeno; sobre todo porque se usaba mucho de los sobreentendidos, cuando mi persona siempre ha tendido a la literalidad y, por lo tanto, a la claridad abierta y franca. Pero creo que eso también forma parte del carácter aragonés ante personas que entran en un grupo nuevo.
Al poco tiempo re empezar a poder comprometerme, me venía a la memoria sucesos propios y vitales que tenía que exteriorizar, con el fin de tener la mente despejada para poder aplicarme en las tareas. Y, por ello, remití a la autoridad de esa agrupación, numerosos artículos y reflexiones de todo tipo, incluso personales, cuando el ánimo me lo pedía; sin por ello menoscabar las tareas encomendadas que realizaba con la diligencia que debía – siempre que tuviera toda la información que precisaba y que el trabajo oficial no me limitara en exceso el tiempo propio, así como las tareas domésticas, pues, afortunadamente, no dependo de nadie para ello; y ello lo considero como una tarea que me otorga una libertad que aprecio en mucho.
Aunque al comunicar mi cambio de agrupación, la respuesta del responsable máximo fue extraña – cinco mensajes seguidos casi in-interpretables – más me asustó que, casi a las tres de la mañana recibiera otros tres más con un tono bastante agresivo; y estando pendiente de alguna urgencia familiar, miré el móvil cuando me llegaron – y por lo tanto me desperté. El tono era inaceptable y francamente amenazante. Cuando una persona de poder y de entorno de poder te manda tres mensajes de esa naturaleza, te preocupa. Pero si piensas en su carácter cotidiano, entiendes que es una rabieta. Me volví a dormir y a la mañana siguiente, al despertarme, volví a mirar los mensajes para ver si los había leído bien. Sí, los había leído bien. Aún me parecían peor. Tener unos mensajes como esos en mi móvil era un riesgo, así me lo parecía. No los podía conservar, pues si todo iba peor en mi marcha de la agrupación, podía correr la tentación de mostrarlos, y con ello comprometer a otras personas. Así que borré los tres y conservé los cinco seguidos de la tarde anterior. Cosas de la política.
Entre los mensajes que mandé al dirigente de la agrupación se encontraba este que les voy a mostrar. Ello no quiere decir que con él tuviera gran confianza. A decir verdad, nunca la tuve, por la sencilla razón de que en política todo es muy práctico – así lo estaba viendo – y las maneras y formas no invitaban a tener ninguna confianza. Me limité a realizar mi trabajo y a ser veraz cuando me parecía oportuno; y a contar hechos que eran de dominio público en el entorno laboral; hechos que me chocaban, por si él me daba alguna explicación que me permitiera entender mejor mi entorno.
El texto está sin modificar, tal cual lo envié. Me costaba mucho hablar de mis cosas, pero lo creía una obligación personal ser transparente y mostrar mis adversidades con el fin de que ello se considerara, si fuera necesario, en cualquier circunstancia en el desempeño de mis tareas en la agrupación.
Pondré una nota al final del mismo. Nota necesaria después de comprender lo que realmente había en opiniones de mi persona, y que obligan a modificar la interpretación de algunos hechos vividos puntualmente como el que se narra en el e-mail enviado.

28/12/2015
¿Mentir viene de la mente y por tanto de Pensar?

            Ponía un ejemplo  Gary Grant, ya maduro,  a una bellísima Catherine Herburt, en la inolvidable película de "Charada",  para hacerle ver lo complejo que resulta descubrir la verdad entre dos personas que mandan un mensaje diferente,  y usaba la idea de dos tribus de indios (los pies blancos y los pies negros) unos que decían siempre la verdad y sus pies eran blancos y otros que siempre mentían y sus pies eran negros, pero  existía la dificultad de descubrir el color de  esos pies que revelarían si la persona era sincera o no, pues siempre usaban mocasines.  Así que si les formulaba la pregunta directa de si eran sinceros a dos representantes de cada tribu siempre contestarían que eran unos sinceros pies blancos ¿Cómo descubrir pues quién decía la verdad?
            Mentir forma parte de la naturaleza humana. Y siempre parece ser que se aprende a mentir cuando se está bajo el efecto del temor o el miedo. Más adelante, cuando maduran las personas, el mentir puede acabar formando parte de la estrategia de la vida, y a veces puede ser solamente una manifestación de inteligencia que adquiere su máxima expresión con el engaño perfecto.
            Tal vez a éste aspecto se refiriera Borges cuando relata el encuentro de dos gauchos en terreno de nadie - como lo solían considerar ellos a esos terrenos que median entre dos poblaciones. Se reconocieron a medida que se acercaban el uno al otro e iban preparando la estrategia de la conversación que iban a sostener. Se buscaban engañar, como siempre lo hacían, como demostración de inteligencia y superioridad. Así que después de intercambiarse saludos corteses comenzaron una conversación en la que ambos manifestaron a donde se dirigían y el motivo de ese viaje. Al separarse ambos daban por sentado que se habían mentido mutuamente, pero uno de ellos reflexionó y pensó que tal vez le hubiera dicho su adversario la verdad con el único fin de que lo tomara como mentira y de esta manera generarle un engaño perfecto.
            La complejidad del ser humano llega a límites insospechados para una persona acostumbrada a cierta normalidad en las relaciones humanas - algo que por otro lado no es tan común como pensamos o queremos creer. Los ardides son numerosos y llegan a una gran complejidad. Borges, de hecho, fue uno de los más grandes genios del siglo XX y sin embargo nunca le reconocieron su mérito por razones políticas - ignorando que su ceguera le hacía un ser muy vulnerable, y en alguna medida pudiera haber afectado a algunas de sus decisiones.
            Pero todos los seres humanos se consideran perfectos - aunque se sepan limitados - pues lo que hacen, aunque sea poco, lo consideran perfección y en ése engañoso narcisismo viven prácticamente todas sus vidas.
            El engaño y la mentira puede tener ése objetivo ingenuo de mostrar inteligencia, pero en la vida del hombre el engaño y la mentira han servido de base para resolver en una dirección u en otra el devenir de numerosos conflictos de intensidades variadas (desencadenar y orientar el sentido del desenlace de una gran guerra, hasta para eliminar a un simple ser humano que resulta incómodo - o enviarlo a prisión o al manicomio de por vida).  Ahí se confabulan desde intereses familiares para ocultar vergonzosos secretos, hasta intereses económicos o políticos - como también se vio en la historia de España y, probablemente de cualquier país civilizado.
            Es este caso señalemos un complejísimo sistema de engaños entre parejas. Desde parejas que se "engañan" preventivamente, hasta aquellas que sostienen vidas paralelas que no serán descubiertas hasta pasados muchos años.
            Por ejemplo. supongamos que una pareja convive y ambos aprendieron a mentir antes de convivir. Mentir en el sentido de ser desleal e infiel. Bien, ambos conocen las ventajas e inconvenientes de un engaño así que como se desean deciden prometerse nunca engañarse. Pero uno de ellos es algo más débil que el otro y acaba por sucumbir a los requiebros y solicitudes de otra persona, y al comprobar que la fe de su pareja no se quebranta, decide concederse múltiples satisfacciones, pues se dice para sí ¿Qué mal hago si no se sabe?
            Ello de por sí es partir de un error, porque siempre hay gente con más experiencia que ve de cualquier persona más de lo que ella misma se imagina, por lo que la gente resulta más transparente de lo que se cree, y por lo tanto vulnerable. Todo dependerá de que la pareja engañada vislumbre el engaño para que se rompa la estabilidad de la unión. Algo que, no es tan fácil, pues quien sostiene valores éticos y morales de fidelidad rara vez concibe el engaño para sí y por lo tanto no lo concibe en su pareja - hasta que la experiencia tiende a hacerse inevitable mensajera de la verdad.
            Imaginemos que el engaño es más grande por puro deseo de una pareja anteriormente abandonada que observa la debilidad de la relación. Y convence en generar un grave engaño aprovechando un diagnóstico estigmatizante de uno de ellos que dificultaría su credibilidad.
            Así, que no pudiendo eludir la petición de boda después de años de convivencia, y molestándole el diagnóstico estigmatizante de su pareja, conciben - el abandonado y la arrepentida - un ardid de venganza.  Cuando tienen el segundo hijo cambia el grupo sanguíneo de unos de sus hijos al trasmitírselo al ginecólogo y éste advertido de la incompatibilidad de ese grupo sanguíneo con la pareja simplemente realiza un sutil reproche a la mujer - reproche que soporta sabiendo que está tejiendo un engaño cuyos frutos recogerá en el futuro. Así pues, obtenido el divorcio y obstaculizado el acceso a los hijos, el ardid acabará haciendo efecto cuando su pareja intentando entender tanto desatino repare en que hace años hubo algo extraño con un grupo sanguíneo y con la conveniencia de no tener hijos recomendada por el médico familiar.  Cuando reclame el documento médico al ginecólogo éste comentará con la clínica y decidirán negar el acceso a ese derecho, aumentando más la oscura previsibilidad sobre el contenido del mismo. Toda una sucesión de errores por no cumplir la Ley (por favorecer un bien superior: la intimidad de una señora y creer en prejuicios).
            Y si en todo ello media la política, imagínense hasta donde pueden llegar las consecuencias en la relación entre dos seres humanos vulnerables y que uno de ellos no ama al otro. Ni nunca lo amó porque siempre buscó su conveniencia. Hasta donde ningún Juez pueda pensar.
            Si un jefe supremo de una gran empresa mira a un empleado masculino suyo con concupiscencia y no es homosexual es que se está tirando a su mujer. (Al menos eso creo yo, y seguro que me equivoco).

Nota:

Sabiendo hoy que opiniones sostenían sobre mi persona, sólo me cabe pensar que la cara y ojos que ví no eran otros que los de ver en mí lo que se suponía y que no había. Pero entendiendo que para alcanzar tan alta dignidad y categoría social, todo se debe de saber y entender de lo humano – o al menos, mucho más que el común de la gente – le traicionara su naturaleza y me viera tan vulnerable como comestible (Así es el género humano; si hay una yugular al descubierto, lo primero en que se piensa es en morderla – luego ya se preguntará de quien es – es como la tendencia animal que hay en todo ser humano; a cada cual le aflora como le aflora.

Nota 2.

Hoy en día nada me importa nada de aquello pasado. Todo pareciera estrategia dañina y perversa. Allá cada cuál, y que coma de sus frutos. Pero convenía decirlo.


Nota 3
Ya narré, aunque sin entrar en los detalles, mi visita al despacho de abogado de un señor que había sido representante del PAR, con la intención de aclara, si se podía, todo este fregado montado por esta señora. Su decisión fue sabia, aunque a mí, deseoso de certezas, no me lo pareciera en ese momento. 

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