Andaba yo por
el año 1999 o 2000, trabajando de noche en mis documentos: “Convenio Conservacionista”, “Economía
Conservacionista”, “Política Conservacionista”… Norma Básica sobre Bi9enes de Consumo
(NBBC)… etc. Cuando al ir a comprar pan, como de costumbre a la panadería de la
esquina de mi calle, me dice la panadera: Llevan toda la semana los chicos del
Rey por aquí. Chocaba la frase, pero no le di importancia, ya se sabe que la
manera de hablar de los aragoneses es como es y esta señora, al parecer, tenía
responsabilidades sociales en el barrio de tipo, tal vez, político. Me subí a
mi casa y proseguí con mis asuntos.
Pero se
acercaba la fecha de la boda de un primo hermano mío y no recordaba el día que
era – la tarjeta estaría por ahí, en alguno de los montones de papeles que
tenía en mi cuarto de estudio y no me apetecía buscarlo. Así que llamé a mi
hermana y me dijo la fecha. Sería una fecha próxima. Yo ya había quedado mal
con mi familia en más de una ocasión, pues tanto me entretenían mis proyectos y
trabajos que olvidaba los compromisos familiares. Y a ello la familia le daba
mucha importancia.
Llegado el día,
volví a llamar a mi hermana y le pregunté por la hora del evento. Me la dijo. Tenía
tiempo de ducharme y salir hacia allí dando un paseo. Me duché rápidamente y me
dirigí a Tenor Fleta. Allí debería de haber una iglesia donde mi primo
contraería nupcias. Iglesia que no me “sonaba”, nunca detecté por ahí
campanario alguno. Pero la localicé.
Nada más
entrar, mi tío, - padre de mi primo, y
que toda la vida estuvo trabajando como personal civil al servicio de los
militares, - se me acerca y me dice: No sabía que tuvieras tanta
importancia en tu trabajo. Habían entrado varias personas justo antes que yo se
dieron una vuelta por el interior de la iglesia y al salir ellos entraba yo.
¡¡Qué cosas
pasan!! – me decía a mí mismo: Jo!!!, no sabía que le dieran importancia a mi
trabajo en el Ayuntamiento.
Pero “ete” aquí
que uní el conjunto de sucesos. Los trabajos que había realizado y entregado a
los grupos municipales despertaron, lo primero, miedo. Y mandaron, tal vez,
vigilar mi casa para ver quien entraba y salía de la misma, pensando que un grupo
de personas podría estar tramando contra el Estado. Al conversar con mi hermana
sobre el lugar de la boda de mi primo, recelaron los espías, y fueran a
comprobar si aquello era en realidad una boda o reunión sospechosa.
Así que estén
todos ustedes tranquilos si leen este escrito. Estamos muy bien protegidos por
los servicios de seguridad del Estado. Y, sin embargo, bien pudieran haber
informado también, a sus superiores de otras circunstancias adversas sobre mis
derechos fundamentales y civiles vulnerados por el Ayuntamiento de Zaragoza,
aunque creo que no lo hicieron por que ya lo sabían. Todos eran los mismos.
Esto de la división de poderes no parece llevarse bien en España. ¡Qué
lástima!!
Nota: Luego entendí por qué la novia de mi primo me miraba un poco aviesa. No fue culpa mía que estos señores me dieran una prevalencia que no poseía y que yo ignoraba.
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