La música es
la combinación de sonidos en un espacio temporal determinado. En occidente se
considera que el origen de la música estuvo en Grecia, de donde viene su propio
nombre, sin embargo, donde la culturas se han desarrollado de
un modo más complejo, existe la misma idea de combinar sonidos sin necesidad de
que estos contengan un mensaje explícito e inteligible, al modo de las
palabras; más bien el sonido de la música hace referencia a un estado
vibratorio de los seres (en particular los humanos) y que se empezó a
sistematizar en ámbitos religiosos.
La música es
la expresión sonora de un estado emocional que se expresa con cierto orden y
normas.
La naturaleza
sensible de los seres humanos les hace percibir emociones. Estas son la
expresión de la energía resultante entre dos estados de ánimo diferentes
motivados por las circunstancias personales que experimentan en su
entorno. El estado de ánimo es,
literalmente, el estado del alma, siendo el alma la energía primigenia que habita
en todo ser viviente y cuya diferencia de potencial hace posible la vida
espiritual (es decir: La diferencia que los seres perciben entre lo que debería
de ser – valores o condiciones ambientales a los que el alma aspira – y lo que
realmente es – la realidad del entorno). Esa diferencia de potencial es la que
hace a los seres “aportar al entorno” con el fin de crear o mantener unas
condiciones determinadas y que le son favorables para su desarrollo, tanto como
individuo, como grupo o como especie. Y esa misma diferencia de potencial entre
un estado emocional y otro hace posible que exista la expresión de los sentimientos; en éste caso en
forma sonora. Cuando los sonidos emitidos están sujetos a un ritmo empezamos a
hablar de ritmo y música. Así, podríamos decir que la música es la ordenación
estructurada o contenida de sonidos en unas frecuencias determinadas.
Las
referencias arqueológicas sobre el origen de la música en occidente se
encuentran en Africa. La tendencia de los seres humanos en sintonizar con el
Universo circundante desde su ánima (alma), se pierde en el tiempo. Esta
necesidad puede derivar de la necesidad de encontrar el equilibrio ante el
impacto constante de sucesos que se derivan de la existencia en el plano
material de los seres y que contrasta con el ideal de sentimientos y sensaciones que hemos experimentado como mamíferos (la protección de la madre, su cariño y su sustento). Es decir: ante la muerte, ante el nacimiento de seres,
ante la lucha territorial, ante la caza para subsistir, ante las uniones
matrimoniales…etc. Todos estos estados definían diferencias de potencial entre
lo deseable (alegría) y lo no deseable (tristeza) y cuya energía emocional surgida
se hace necesaria expresar. Si bien la energía generada por lo deseable o
indeseable se podía liberar mediante la risa y el llanto, de una manera
individual, las expresiones grupales generaron una “comunión” con la expresión
ordenada de los sentimientos y la liberación de la energía, por lo que la suma
espontánea de sonidos permitía emitir frecuencias en sintonía que hacía más
eficaz el objeto de la misma, llegándose, incluso, a estados de profundo trance.
La sucesión de los sonidos se enmarcaba en un ritmo que se percibía con
facilidad de manera intuitiva. Si bien, en origen, el ritmo lo podía establecer
los latidos del corazón de cada participante, pronto se vio que el
establecimiento de un ritmo común (por medio del tambor) y más allá de la
intuición de cada componente, permitiría crear una unidad de tiempo que hiciera
más perceptible el ritmo de la melodía para neófitos que se incluían en el
grupo; el tambor permitió que todos los componentes del grupo tuvieran acceso
al ritmo, por lo que podrían participar en la confección de la oración musical.
Los estados
anímicos que generaban los cantos tribales propiciaron una mayor liberación de
energía cuando incorporaron la danza y esta precisó del tambor como medio para
sincronizar los movimientos de los danzantes.
La
improvisación musical formaba parte de
la propia naturaleza de la música, como expresión de estado de ánimos, pero con
el tiempo, se vio la necesidad de
recordar, no solo ritmos, si no musicalidades concretas que permitían
liberar ciertos estados de ánimo con facilidad. De ahí nació la necesidad de
crear escalas musicales, notación, etc. que permitieran volver a recordar y sintonizar con estados de ánimo
vividos.
La música se
vinculó con la religión formal cuando se verificó que el estado de ánimo de cada persona se
podía modificar con la música y la danza. Así que la música pasó de ser la expresión espontánea
de un estado de ánimo al medio para generar un estado anímico predeterminado en un conjunto social. Ya Platón en “La República” recomienda el uso
de ciertas músicas con el fin de potenciar predisposiciones en las personas
afines a los intereses de los gobiernos de los Estados.
En la
antigüedad griega se sabía que el Universo emitía sonidos. Los planetas emiten
un sonido muy grave cuando discurrían por sus orbitas, siendo este sonido más
agudo cuando se aceleraban. Durante mucho tiempo se consideró en occidente que
en el espacio interplanetario existía vacío que hacía imposible la transmisión
de ondas sonoras (eso fue una idea de los científicos contemporáneos). En la actualidad se sabe que el vacío, de la manera que se
concebía, no existe y que es posible la generación de sonido y su viaje por el
espacio (hecho demostrado y verificado por las sondas interespaciales humanas). Platón abordó la cuestión musical y el sonido
de las esferas celestes, pero su reacio sentido a escribir los fundamentos de
sus concepciones, para evitar que estos fundamentos fueran puestos en evidencia
por personas no formadas, se perdió en
su mayor parte y solo nos han llegado referencias históricas.
Se descubrió
la relación entre la proporción aurea y la música; estableciéndose así un
vínculo matemático y predecible entre estado emocional y espiritual; lo que
permitió un uso premeditado de la misma.
Cuando los
negros africanos fueron enviados a trabajar a
América, estos perdieron las referencias históricas del sentido de su
vida como grupo; pasaron de ser hombres y mujeres con capacidad para decidir
sobre su presente y futuro a ser esclavos. Solo les quedó sus rituales y, entre
ellos, la música y la danza.
De alguna
manera, cuando la mayoría de los europeos que viajaron a Latinoamérica con el fin de
hacer riquezas (en el siglo pasado) se encontraron atrapados en un potencial
paraíso que no les abría las puertas. El ambiente urbano, la pérdida de
referencias familiares y culturales, y el hecho de ser una circunstancia
colectiva facilitó la expresión entre en anhelo y la realidad; y ello les
acercaba a la sintonía de los negros (que también se encontraban lejos de sus
raíces).
El Tam-tam del
tambor era el tam-tam del corazón. Y el corazón es el Sol del universo corporal
humano.