La “mala leche”, entender la
Libertad según convenga.
Resultó
sorprendente cuando en la primera conversación seria con la madre, sobre el
seguimiento del tratamiento del hijo – para
que este acabe consiguiendo encontrarse en el camino de las plenas capacidades
personales que le permitan entrar en el trayecto de una vida plena y
satisfactoria, al menos en igualdad de condiciones que el resto de las personas
que conformamos la sociedad – se destapara, esta señora, esgrimiendo el
argumento de la libertad en el hijo como elemento prioritario – por encima incluso de lo conveniente para su
salud - y mostrando tal principio como
si fuera irrenunciable condición que en todo lo que en él, en el hijo, atañe, debiera
observarse prioritariamente.
Aquella postura
y argumento de la señora, exhibido de manera tan contundente; al punto que
parecía que la señora estuviera dando un discurso político al padre, donde la “entonación”
de la voz variaba entre “polos”, unas veces como quien estaba exponiendo, en
una clase, argumentos “educativos” y el otro “polo” de la entonación se
desplazaba inesperadamente a lo que parecía una “admonición” particular sobre el
interlocutor, el padre; hasta el punto de parecer, el conjunto de ese tramo de
la conversación, como si se tratara de un “aparte” que realiza una “autoridad”
sobre una persona con el fin de realizarle, a la vez, tanto el fundamento de un
“principio” como la consecuencia que puede llegar de no atenerse al mismo (así se percibe con nitidez, para el padre, en la grabación telefónica
de la, prácticamente única conversación con la madre al respecto de lo que
pudiera ser conveniente para el hijo en esta etapa de su vida).
En su momento
no permitió a los hijos seguir viendo al padre, pese a que cuando estos se
ponían al teléfono cuando llamaba el padre, les dijera que sí querían verle;
ella impasible, al terminar la conversación con el padre le decía al ex_marido:
“No quieren verte” – sonaba a cinismo
puro y duro, pues era ella quien controlaba el acceso al aparato telefónico y
quien permitía al padre hablar con los hijos. Así que la frase lapidaria
que decía al padre, los niños también la oían. Resulta claro que, en ese
momento, la señora, no aceptaría la voluntad de los hijos como expresión de
libertad de ellos; se erigía como garante de algo, a su juicio, más importante
a defender (por lo que después se supo
que podía ir argumentando del padre sin que este nunca lo supiera de primera
mano por boca de la propia madre – ni qué tipo de objeciones tenía ni el motivo
del alcance de las mismas…. Pasaron muchos años hasta que el padre pudo hacerse
una conjetura – imposible de “digerir” y por lo tanto aceptar plenamente - de
lo que realmente le estaba aconteciendo en primera persona a él y a sus hijos).
A partir de esa ruptura filial, la madre tuvo plena libertad – ella sí la tenía – para “construir” su
propia versión de “su propia existencia y realidad” sin que nadie pudiera oponerse u objetar nada
al respecto a cada uno de sus argumentos; e incluso, al entorno familiar del ex_marido
pudo construir otra “versión vital de la existencia de la propia madre” en la
que el ex_marido aparecía como “pobre desgraciado” a la que ella daba por “desahuciado”
y del que nada quería saber (pues sus
hijos eran lo mejor del mundo y con ello se sentía plena) ahorrándoles los
detalles más escabrosos, al entorno familiar paterno, donde ella sustentaría
sus criterios familiares al resto de la sociedad circundante; parece ser que ese entorno familiar paterno
fue descubriendo la magnitud de aquella trama que la señora tejió hace casi treinta
años para crearse su propio “espacio de libertad” a sus anchas. Curioso que
cuando empezara a formalizar la relación con su segunda pareja “formal”, la
madre le expresara al que fuera a ser su pareja (que duró 9 años y con la que tuvo estos únicos hijos) que “no sé qué hay
que hacer en la vida”; desde luego, en cuanto llegaron los hijos y el
reconocimiento del entorno social por su rol social de Mater Nutricia (y cuyos principios esenciales y de fondo
también memorizó y exponía al padre por teléfono no hace mucho), entonces sí parece que
supo qué hacer en la vida.
La libertad no
es un concepto abstracto en sí mismo, que se puede aplicar a cualquier
circunstancia en la vida. Ir conociendo el entorno social, sus reglas, lo
conveniente, los itinerarios consensuados en la sociedad – las maneras y formas que debemos aprender para movernos en ella –
no es algo que bajara del Cielo porque sí, requiere un aprendizaje que se
inicia en familia y en el entorno escolar; y allí, en esa familia, ni hubo
realmente seguimiento real, ni consejos sinceros y desdramatizados a los hijos,
ni apoyo en resolver situaciones de ellos …. Es decir, así entiende esta señora la libertad, los hecha al mundo (y se lee las obligaciones estrictamente
legales que tiene con ellos: alimento, colegio, vestido y hogar) y el resto
les corresponde a ellos en “su libertad”; y si vienes con problemas o con algún
error cometido, según la edad que tengas, paliza va y viene.
En el caso
actual vemos una de las consecuencias y efectos de ese proyecto “educativo”
sobre los hijos, una de ellas. Cabe pensar que la madre echa la culpa de ello
al carácter del hijo (como así nuevamente
lo señala en la conversación telefónica con el padre, cuando este le señala que
“seguro que a la madre, en algún momento, alguien le echara una mano para
orientarte en la vida” y ella contesta, “sí, pero en ello también entra el
carácter de la persona”); desde luego, pero dos cosas a señalar: Mírese la
señora su carácter; y véase cómo puede ser consecuencia de la soledad en que se educaron a
los hijos y que ellos posean rasgos más o menos pronunciados de ese mismo rasgo
de carácter (por haberse dejados en
soledad y con poco o nula orientación desde la familia; desde luego parece que esa
fuera la manera en que ella misma se concibiera como autoridad familiar para nunca
equivocarse ante los hijos y mostrarse “perfecta” en imagen y autoridad;
palizas, simplemente palizas y que ellos extrapolen el motivo de las mismas por
su cuenta…aquí vemos uno de los resultados).
Existe una
verdadera distancia entre concebir un apoyo y seguimiento de los hijos ante
ellos mismos, como refuerzo, respaldo y oportunidad de establecer confianza en
ellos o dejarlos al ambiente del entorno educativo del Estado, y que sea éste
quien desde los centros de enseñanza carguen con esa responsabilidad (ya
sabemos que eso es un error, fue un error, en el que parece que la madre, a pesar de
su profesión pudo haber caído), pues si la llamaran desde los centros educativos
por razón de sus hijos nunca terminó de asumir iniciativa real sobre
orientarlos implicándose, sino como recibiendo el resultado que tendía a
señalar naufragio en la visión maternal,
hasta el punto de que los hijos repitieran cursos (por el ambiente nefasto en casa) y la señora se desentendiera de
asumir iniciativa al respecto en ellos, más allá de la violencia (y consecuentemente así no asumir responsabilidad propia). Aquí es
donde aparece, a juicio del padre, realmente la idea de “libertad” tal y como
la entiende la madre, y que es una “visión” que ya se ejercía en el pasado,
cuando la autoridad familiar se concebía plenipotenciaria sobre los hijos pero
a la vez carente de recursos y habilidades para reconducir desde la normalidad
el “encuentro con la sociedad” de los hijos y todo lo que ello implica de aprendizaje
y gestión – así, ninguna autoridad se
equivoca, pero desde luego eso no es o debiera ser una familia.
Así que desde
ese naufragio claro, uno de los hijos se queja y muestra afección y la solución
es más de lo mismo – y en ello pugna implicar con el mismo criterio al entorno
facultativo para que “le siga el juego”, aunque ya se viera inadecuado (y cuyos errores no han hecho otra cosa que
empezar a mostrarse, pero que se verán más, tal vez en otros hijos en momentos
inesperados… probablemente).
Así que el
hijo, que ya acepta y vislumbra, nuevamente, que la medicación puede ser su aliada
busca salir del entorno donde se le crea todo tipo de confusiones; pero es
obvio que habrá resistencia a esa voluntad en el hijo, porque de alguna manera
ello muestra “errores” de fondo en el criterio materno. Así que en este caso
tampoco la madre se pliega a su propio criterio de “libertad” que esgrime ante
el padre en la llamada telefónica aludida, sino que pugna, ante el hijo, en que
este haga lo que ella considera como “conveniente para él” (seguir en la urbanización y/o bajo su “control”)
que es el ya consabido: Haz lo que quieras, la medicación atonta, una persona “normal”
aguanta mis broncas sin problema alguno, la medicación te hace dependiente, …
pero eres libre – si “algo haces mal a mi
juicio”, ya sabes ingreso forzado (la ley del palo; es como concibe la libertad
la madre si alguien de los que considera propiedad en su visión de la “territorialidad”
pretende salirse de su “jurisdicción” materna). Y el hijo se quiere ir.
Algo que
resultó revelador al padre en su momento, y que le llevó a tener que considerar
que debería hacer, e iniciar, en algún momento, un “trayecto” para cambiar la
concepción que tenía de la madre como persona fue cuando, (ya en medio del
proceso de separación - cuando ya empiezan a mostrarse el “juego” que tanto
tiempo tenía la esposa “escondido” a los ojos del marido, pero no de la
sociedad que le circundaba a ambos) la esposa le dijo mirándose al espejo de cuerpo entero del recibidor de la casa de la familia,
mientras se decía en voz alta así misma: “Aun estoy de buen ver” – como si
alguien del entorno asesor jurídico con esa frase le terminara de asegurarse, de que la mujer daba el paso, por si tuviera duda en algún último momento - y viendo al esposo al lado, mientras ello se decía así misma, le dijo a este: “Eres un niño “bien” – como si ese hubiese sido el
problema en su matrimonio – “cómprate unos vaqueros ajustables” – como diciéndole
que así tendría una oportunidad en lo que parecía para ella esencial, realmente
esencial en su vida y, consiguinetemnet, en la del resto de la humanidad que
ella consideraba “normal”. Parece que el problema con su hijo, con ese particular, es
que también, como su padre (entre otras cosas más llamativas) es que es “Un niño bien”, y ella no lo soportaría? – de ahí que haya estado en las últimas
semanas, la madre, intentando persuadirle que, según ella, él, el hijo, este
hijo, es violento. Qué éxito para la
madre sería conseguir persuadirle al hijo de ello y que “se lo crea, para hacerle
sentir que ello forma parte de sí mismo y lo acepte como parte de sus posibilidades
en las relaciones interpersonales y/o sociales; la “película/guión” de la madre
conseguiría “hacer pie y tierra”, en los ambientes sociales, incluidos los sanitarios,
que parecen ser los que más intenta “trabajar” la señora. Desviar la atención sobre
el hijo, para hacer creer que es su carácter, es propio de él y no una respuesta ante una situación de “permanente” desatención
real y “abandono” desde niño – teniéndose que ir construyéndose así mismo desde
el lento proceso de acierto/error/palizas, de la madre; desde luego la actitud
del joven es meritoria; y desde luego sí merecedora de un apoyo sobre su
persona que haga posible una oportunidad real y realista. (y de ahí que el hijo señale la aparición de “amigas”
en la vida de la madre de “amigas”, en la vida de la madre con hijos realmente “mal”
emocionalmente; como quien se informa de cómo, y de qué manera ir persuadiendo
al entorno social y facultativo de que su "solución final" es no es solo la
mejor solución, sino la inevitable. Y de ahí la idea del hijo en
rebatir en su Facebook a la madre, simplemente publicando artículos que definen
la relación con ella, la madre; y buscar información sobre psicología, pes es
consciente que la madre así manipula al entorno social. Que la madre
entre al trapo y conteste la publicación de un artículo en facebook del hijo, cuando
tiene acceso directo al hijo, casi, en sí mismo, parece señalar prepotencia).
Lo más triste es que siga habiendo un entorno jurídico (señalado ya) que de soporte a esta "visión", e incluso cierto entorno social que lo justifique; parece ser propio, incluso, de formar parte de una estrategia casi política en nuestra sociedad (cuando una compañera que trabajó años en casas de acogida le dijera al padre, después de lo inviable que resulta mostrar los malos tratos de una madre sobre hijos, que le ofrecía todo su cariño, y que no hiciera nada que le pudiera llevar a la cárcel; en ese momento el padre nada entendió en ese último punto, pues le parecía estar viviendo una situación anómala que se podría reconducir rápidamente, por ser precisamente abiertamente anómala; pero la conversación de esta amiga le reveló, cuando sobre ello meditó, que parece común práctica en entornos maternos; y que alguno, desesperado, llega a hacer mal, y en ello perjudica a todos, incluidos hijos; y que, precisamente, lo que se pretendiera evitar).