Miguel Ángel Ibáñez Gómez - maiges_ps@hotmail.com

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viernes, 8 de mayo de 2020

Necesidad de un Estatuto de protección Integral de Víctimas (más allá de la condición de género).


Necesidad de un Estatuto de protección Integral de Víctimas (más allá de la condición de género).

El cese de una opresión constante como la observada, con la salida de la Mater Nutricia, pude dar como resultado, primero una reflexión de “qué fin todo esto?” para a continuación, al día siguiente sentir un efecto rebote que parece una liberación no tan proporcional como lo sufrido (porque nunca puede serlo ante la desproporción vivida) pero sí llamativa que exterioriza parte del daño sufrido en un intento de re-equilibrar emociones rápidamente. Es fácil entender este aspecto, pues hemos visto recientemente en el confinamiento de la pandemia, cómo atletas profesionales que han podido salir a entrenar al mar, o por las calles recientemente, han relatado en la tv las sensaciones y emociones que han tenido al poder retomar la actividad física. Emoción incontenible, ganas de llorar, inmensa alegría…. Y no parece que ninguno de ellos haya tenido nada más que un confinamiento, sin por eso concebirse haber recibido un mal a propósito o pretendido sobre ellos como castigo por algún motivo concreto o una imposición de una presencia indeseada o conflictiva. Simplemente la limitación de realizar el ejercicio de entrenamiento les ha llevado a sentir esas emociones cuando se han liberado de esas condiciones restrictivas. El ejercicio al aire libre viene a resultar una parte esencial para las personas, desde la infancia, pasando por   la pubertad y la juventud e incluso en las edades medianas y avanzadas.

Ya se señalaban que los efectos sobre los niños en este confinamiento podrían mostrarse con problemas psicológicos  (ver: El confinamiento afecta a la salud mental de los niños) y también los jóvenes, considerados así entre los 18 y 39 años (ver: Los jóvenes entre 18 y 39 años presentan más ansiedad y sentimiento de soledad que los mayores de 60). Así que la respuesta ante cierta liberación, puede considerarse dentro de lo considerado aceptable, más después de lo allí vivido y llevado a tal extremo, por personas que debiéramos considerar de comportamiento normalizado, aunque no se mostraran así.
Las iniciativas del joven ante la presencia de la Mater Nutricia fueron fundadas y consecuentes con situaciones ya vividas con la madre. De alguna manera cuando un adulto, ya en los sesenta, procede de manera negligente, o contra la seguridad de sí mismo o de otros por ignorancia, y ya se concibe que su presencia pone en riesgo real algo tan básico como la salud física y su respuesta ante las medidas de precaución que le proponen son realmente desmedidas e impropias de un adulto de 60 años, que se dice de sí mismo equilibrado, por mucho que después se intente justificar.
Han sido reiteradas las situaciones que la Mater Nutricia ha inducido o puesto en riesgo la integridad o salud de uno de sus hijos, éste en concreto, que se sepa. Y ello le ha llevado al joven a desconfiar abiertamente de ella cuando se trata de situaciones que exigen tener un mínimo de conocimientos técnicos reales. Bastaría señalar lo previsto para el uso de insecticidas en un domicilio; la llegada de la Mater Nutricia a la finca, desde la ciudad, con una bolsa conteniendo productos químicos e insecticida y rociando la casa, asegurando que había hormigas (y que el hijo no las había visto) nada más llegar a la misma desde la ciudad, sobre las 21H y realizando esa tarea sobre el inmueble en todas sus estancias (inmueble de 25 m2), llevó al hijo a pasar gran parte de la noche despierto ventilando la casa hasta conseguir reducir el fuerte olor a esos pesticidas usados (olor persistente, mientras la Mater Nutricia dormía ajena a cualquier idea de riesgo causada por esta aplicación) intentando, el hijo, al día siguiente que esos productos fueran trasladados al garaje, fuera del espacio habitacional – que es lo que se recomienda para el almacenamiento de estos productos, sobre todo fuera de la cocina - y que dio lugar a los gritos de auxilio de la madre porque tocaban “sus cosas”; ya hace un tiempo, también pidió al hijo que usara de una motosierra para cortar ramas de los árboles de la finca, careciendo de los trajes de protección exigidos, ni de conocimientos transmitidos por profesionales para el uso de estas máquinas y los riesgos que implican su uso sin experiencia (existen personas temerarias que usen de estas  herramientas haciendo caso omiso a las recomendaciones de protección ante las graves lesiones que acaban por darse y de las que youtube es prueba fehaciente de las mismas. Ver video para la protección en uso de moto-sierras: https://www.youtube.com/watch?v=kk4HCIbtQUU 
Precauciones de seguridad
Cuando los métodos de prevención con pesticidas no químicos no son eficaces para el control de plagas, puede optar por usar un pesticida químico. Un tipo de producto es el insecticida en aerosol con válvula de descarga total (nebulizador). Estos productos suelen ser efectivos si se utilizan de manera adecuada. Sin embargo, pueden presentar riesgos reales para su hogar y su familia si se los usa incorrectamente. Antes de utilizar un insecticida en aerosol con válvula de descarga total en su hogar o edificio, lea y siga estos consejos de seguridad y precauciones de sentido común.
·  No utilice más insecticidas en aerosol de lo necesario -  Vea el video SALIDA Y DENEGACIÓN
Los accidentes por uso de insecticida en aerosol con válvula de descarga total (tipo nebulizador) se registraron en casos donde el usuario suelta demasiada bruma, ocasionando así la acumulación de vapores inflamables. Los aerosoles vienen en distintos tamaños. Lea la etiqueta con atención para determinar la medida apropiada para su espacio.
Para calcular el volumen del área habitable, multiplique el peso, el ancho y el largo de cada habitación, y luego sume todos los volúmenes. Por ejemplo, una habitación de 10 pies por 10 pies con un cielorraso estándar de 8 pies tiene un volumen de 800 pies cúbicos.
Los insecticidas en aerosol no deben aplicarse en lugares pequeños y encerrados, como vestidores, gabinetes o debajo de mesadas o mesas. El uso de un insecticida en aerosol en un espacio cerrado puede ocasionar que el producto explote y producir lesiones en las personas o daños a la propiedad.
·  Mantenga los insecticidas en aerosol lejos de fuentes de ignición -  Vea el video SALIDA Y DENEGACIÓN
Es más probable que ocurran accidentes si grandes cantidades del insecticida en aerosol (nebulizador) toman contacto directo con una fuente de ignición, tales como una llama, una luz piloto o una chispa de un aparato eléctrico que efectúe un ciclo de encendido y apagado (por ejemplo, un refrigerador o un aire acondicionado). La EPA recomienda ubicar el insecticida en aerosol a una distancia de seis pies o más de cualquier fuente de ignición. Si necesita ayuda para extinguir las luces piloto, comuníquese con la empresa pública de gas o la empresa de administración locales.
·  Notifique a los miembros de su familia, vecinos y cualquier otra persona que pueda ingresar a la propiedad
Además de avisar a todos que no deben ingresar a la zona, asegúrese de colocar las etiquetas para las puertas que vienen con el producto o confeccione señales de peligro usted mismo si estas no vienen con el producto. Así reducirá el riesgo de que otra persona ingrese a la casa o la habitación y entre en contacto accidentalmente con el pesticida que liberó el aerosol.
·  Abandone la casa, el departamento u otro edificio a tratar inmediatamente - Mirar video SALIDA Y DENEGACIÓN
Respirar el vapor del aerosol puede ser nocivo. El uso seguro de estos productos requiere que todas las personas y mascotas abandonen el lugar a tratar y cierren las puertas luego de descargar el insecticida en aerosol. No vuelva a ingresar hasta que haya transcurrido el tiempo indicado; normalmente, entre dos y cuatro horas. El ingreso a la propiedad antes de tiempo puede provocar enfermedades.
·  Ventile la zona una vez que regrese
Cuando haya regresado a la zona tratada, abra las puertas y ventanas para ventilar los gases que hayan quedado. Colocar ventiladores en las puertas podría ayudar a ventilar la zona y sacar los gases.
Tome otras precauciones de sentido común
·  No utilice más de un insecticida en aerosol por habitación, ya que un aerosol común de 6 oz es suficiente para el tratamiento de hasta 25 por 25 pies de espacio despejado.
·  Asegúrese de retirar todos los niños, las mascotas, los juguetes y los alimentos sin cubrir de la zona a tratar.
·  Lea la etiqueta y siga las indicaciones cuidadosamente.
·  Mantenga el producto fuera del alcance de los niños, por ejemplo, en un gabinete bajo llave o cobertizo.
·  Enséñeles a los niños a no tocar los productos pesticidas y otros productos químicos domésticos.
·  Tenga a mano el número de teléfono de su Centro de Control de Envenenamientos local o el número gratuito del Centro Nacional de Toxicología (1-800-222-1222).

Cabría preguntarse si la escena, con los argumentos que originan el conflicto, hubiera sido inversa el resultado sería obvio: ¿Qué razón no dejaría de asistirle a la Mater Nutricia, en su consideración adversa e irresponsable de su hijo?. La sensación de incertidumbre aparece en escena con la Mater Nutricia. Así que ante situaciones de este tipo de negligencias cualquier persona tiende a prevenirse de cualquier "ocurrencia" que lleve una persona de esa naturaleza a término, o pretenda esa misma persona, que el que observa esa manera de conducirse, se vea impelida a realizar una tarea de riesgo por mandato de ésta, bajo la premisa “ambiental” de que si no se realizara se organizaría una discusión o un escándalo.  

(estas faltas de previsión en la seguridad abarcarían también en cómo estaba el mantenimiento del sistema eléctrico en el domicilio habitual, a partir de una obra de reforma interior llevado a cabo, al parecer, por personas “baratas” con una obra de albañilería ya realizada hace años; que diera lugar a que en ocasiones algunos enchufes chisporroteen en el salón, y algunos electrodomésticos se apaguen sólos o dejen de funcionar; y se halle, al parecer el circuito interno de la casa sin realizar las adaptaciones que las compañías Eléctricas exige como seguridad – incluso situaciones de falta de actualización en el cuadro de entrada de luz a la vivienda. Una llamada, ya hace un tiempo, desde la playa,  a la una de la madrugada para señalarle al hijo los problemas con el sistema eléctrico que se habrían observado – se apagaba la tele de repente - y afeándole que no pudiera solucionarlo, cuando el joven señalaba que todo el sistema eléctrico era una chapuza por habersen empeñado en ahorrar dinero con obreros baratos y que ni los sistemas de protección, a la entrada de la casa - el cuadro que toma la corriente, diferencial,.. - estaban en condiciones y que nunca nadie se ha preocupado por ello. Así una conversación de reproches,  de madrugada,  parece ser, evaluando la conversación con amigos de la Mater Nutricia en vacaciones, haciendo sugerencias sobre lo mal que se alimenta el joven cuando está solo y otros desprecios a esas hora de la madrugada).

El hijo empezó a pensar que la Mater Nutricia podría tener El Síndrome de Münchhausen por poder (MSBP) (NO ES UNA TEORÍA APROBADA NI RECONOCIDA) pero que en su contenido parecía responder a realmente tener conciencia la madre de sus temeridades, aunque posteriormente se buscó otra figura de persona que también respondía con temeridad cuando se sentía contrariada y que pudiera responder mejor a las características que presentaba esta señora.

(como ejemplo la escena fue en la carretera, conduciendo un hombre ya mayor de 70 años, y éste no le hacía caso en lo que le decía esta persona, así que ni corta ni perezosa, le cogió el volante, pues se hallaba sentada en el asiento de copiloto, y le dio un volantazo, para ver si así le prestaba atención – se iba en el interior a unos 80 km por hora en una carretera comarcal – y  a las protestas del conductor por tal acción peligrosa, le respondió: “Por tu culpa”).

Así que se convino en asociar como mejor imagen y más apropiada de las reacciones de la Mater Nutricia al parecido en el carácter que con los años parecía adquirir con esa persona.
Iba asegurando la Mater Nutricia que el hijo, además de todo lo que ella le atribuía de morbosa enfermedad (por ser rebelde) era un dependiente de ella. Bien parece que existe una preocupación del hijo por el bienestar de la madre, pero que no llega a dependencia como intenta establecer esta persona en la conciencia de quien les circunda (y que así vienen a racionalizar su entorno materno inmediato, pero con la aportación de que les parece que la dependencia es mutua). No parece que el joven quiera seguir al lado de la madre, pero cuando busca alternativas esta aparece en escena cortando cualquier intento de independencia que no pase por su férreo criterio. Así que una de las hipótesis que el joven manejó fue la de que le había tocado como madre una “maestra al viejo estilo” cuyos hijos deberían “ser perfectos” y en el momento en que ella le "etiquetó" las oportunidades reales de salir adelante encontraron obstáculos ya desde cómo concibió la madre la educación de los hijos.

Las relaciones intra-familiares se han venido basando en una jerarquización de la autoridad, destinada y concebida, por lo general, para la protección de los miembros de las unidades familiares (sean estas formadas por todo tipo de familias, incluidas las monoparentales) que portan cierto tipo de límites que se suelen manifestar en forma de advertencias, consejos para establecer unas directrices generales de comportamientos dentro y fuera de la familia, que a veces están acompañados de razonamientos destinados a racionalizar y hacer comprender el motivo de dichos límites; y así mismo, en la mayoría de las ocasiones se concibe también de que se establecerá una causa/efecto de no seguirse esas recomendaciones o limites (existiendo, a partir de aquí distintos modelos y estrategias para hacer percibir y reconocer lo útil y provecho que resulta seguirlas y apegarse a ellas; usando desde castigos claros explícitos y a veces violentos, o restricciones en libertades recreativas y a veces, el simple hecho de que la persona constate, por sí misma, el resultado de una gestión en los asuntos inadecuada); así pues se podría verificar, en algunos casos, la existencia de una coacción implícita que acompaña al consejo dado, y en ocasiones una advertencia implícita o expresa de seguir dicha recomendación para afrontar las dificultades y los obstáculos que se presentan, pero también en ocasiones no existe advertencia y ante el resultado de por inexperiencia realizar una gestión con resultados adversos, o por accidente recibir un propio daño o en algún enser o ropa – ahí directamente aparece el castigo súbito/violento y la culpabilización, sin mayores razonamientos que el resultado adverso constatado y evidente.  Parece consensuarse que cuando estas modalidades de educación se ejercen sobre menores, siempre podríamos analizar las bondades o las adversidades del sostenimiento de un modelo u otro (dependiendo siempre de la propia experiencia vivida y de si consideramos los resultados en nosotros mismos como adecuados o si hubieran sido manifiestamente mejorables cuando los vivimos en nosotros mismos). Así pues las estrategias para la educación de los hijos son variadas, dependen de nuestra propia experiencia personal que optemos por unas u otras fórmulas o incluso desechemos abiertamente algunas de ellas por considerarlas nefastas o muy nocivas, pero también solemos concebir que son muchos los factores que intervienen para gestionar las situaciones que pasan los hijos en la infancia (desde la guardería hasta el colegio) o en la adolescencia (en el instituto) o incluso en la universidad (ya entrando en la etapa de adultos), sobre todo porque nosotros mismos como adultos plenos ya hemos concebido que vivir en sociedad tiene su complejidad, mucho más complejo de lo que pudiéramos haber concebido en la ingenuidad de la juventud (pues no solo existe una Constitución que determina el tipo de valores que han de sostener la sociedad para que esta funciones respetando los derechos de todas las personas – sino que existe también una libertad personal que es empleada para adquirir experiencia en la sociedad en que vivimos y que , como tal, acepta el error o fallo como proceso de aprendizaje, siendo concebida en nuestra Constitución que cualquier medida correctora debería estar concebida, para esa finalidad de comprender y adaptarse a la sociedad.

Cabe preguntarse si fue en determinado momento donde la madre, como experta en pedagogía (pero de la vieja escuela del “palo”, como así se descubriera) concebiría que el hijo “no tiene solución” pese a la aplicación de su visión de la educación “correcta” en casa (pero parece dudoso que atribuya la situación de bloqueo, así misma y a su proceder; y más bien atribuirla al la naturaleza y similitud del hijo con el padre, que es lo que siempre ha venido defendiendo a propósito de esta situación).
Aquí es donde pudiera adquirir consistencia la visión del hijo sobre la idea de “maestro antiguo” que hace gravitar sobre la Mater Nutricia, pues era propio concebir en la mayoría de los maestros de no hace muchos años (y tal vez, quién sabe si en el presente también) la construcción de prejuicios sobre los alumnos en razón de cómo rindieron sus padres en los centros de estudios (prueba de ello es la propia película de “Regreso al Futuro” donde la autoridad escolar reprocha al joven protagonista por llegar tarde a clase, encontrándoselo en el pasillo y augurando la profecía de que “nunca llegará a nada, como su padre”). Obviamente una aseveración como esa, en una autoridad escolar, sobre un joven o adolescente, hace realmente daño; pero si es tu propia figura materna podría ser demoledor y desencadenador de múltiples “itinerarios” inconscientes para sobre llevar esa carga; y por ello acaba buscando la bendición de la madre en cualquier situación que inicie (intentando mostrar sus logros) en la esperanza de que modifique ese pronóstico que parece buscar ser una “profecía a autorealizarse en el joven”; es decir, una situación idéntica o similar a cuando un “profe” se le “cruza” un  alumno o lo pone en el “punto de mira” y el joven exclama en casa ante tantas dificultades y exigencias: “Me tiene ojeriza”; tal vez en esos casos la familia pueda intervenir para suavizar la situación, pero en otras siempre hay que esperar a pasar el curso, cruzar los dedos y que no le quede pendiente con el mismo profesor alguna asignatura. Pero en este caso, la profesora se hallaría en casa, es la realidad cotidiana, y sin posibilidad de apelación a instancia que interceda o aconseje, teniéndose que  gestionar la situación diariamente y sin apoyo que le suministre herramientas adecuadas  al respecto – si es que hubiera alguna disponible ante un profesor que “te coge ojeriza”. 
Ejemplos de situaciones similares pudieran abundar en las experiencias familiares desde que los niños son escolarizados, se socializan y entran en contacto con otras autoridades paralelas y coexistentes con las familias. Concebida la educación como único medio estructurado para adaptarse a la sociedad, sociabilizarse, aprender a gestionar situaciones, conocer el ámbito que rodea … se viene a pensar siempre, y en primera idea, que las dificultades que se presenten provienen, exclusivamente, de los hijos y que en ello hay que poner voluntad para superar situaciones. Sin embargo, no siempre aparece tan meridianamente una evaluación objetiva del alumno, en ocasiones se podría observar que lo que se describe no conecta con la “visión” que tenemos sobre la educación y la formación. Y aunque a veces se expongan con evidencia los motivos objetivos de un bajo rendimiento, en razones sociales o de desestructuración familiar, viene a aparecerse como imposible de concebir que una situación particular y concreta, pueda ser tan precisamente descrita sin concebirse solución alguna (pues es bien sabido que un problema bien planteado es un problema resulto; si realmente se desea resolver, y se ponen los conocimientos a ello, sobre todo si las familias tienen los profes, o el profe en casa).
Suele ser común que conozcamos el caso de universitarios con carreras paradas o estancadas, a punto de finalizarlas, por haberse cruzado una asignatura o un profesor. Y en ocasiones el alumno, a falta de dos o tres asignaturas acaba por renunciar. En otras ocasiones alumnos que fracasan en el desarrollo de sus estudios, en cualquiera de las etapas. Cabe pensar que ello, en la mayoría de los casos se pudiera deber a la falta de apoyo en el entorno familiar para comprender conceptos o tener metas realistas que motiven al estudio (o a veces por un simple mal ambiente familiar que hace inviable la tranquilidad precisa para el estudio; sobre todo en las etapas universitarias, donde la concentración y el silencio se hacen muy necesarios). En cualquier caso, tampoco parece propio de promocionar el éxito personal si se manda el muchacho opta por alejarse del domicilio y estudiar fuera de la ciudad, si no ha sido preparado en la participación activa de tareas básicas que le permitan el recurso de saber cocinar al menos básicamente y dominar algunos aspectos y técnicas básicas culinarias (ello, cuando no se ha previsto, es una dificultad añadida que puede llevar a la mala alimentación, con problemas asociados de intolerancias por abusos del mismo producto alimenticio – por ejemplo comer a base de quesos – o cierta desnutrición que llevara a la debilidad física en un momento de gran desgaste psicológico como el que requiere el estudio de carreras universitarias) En sí mismo, no prevenir estas situaciones para ofrecer apoyo, aunque sea a distancia, dificulta en mucho y es un sobre esfuerzo que si lleva aparejado el estrés propio de competir para ser el mejor en clase (como siempre estimuló la Mater Nutricia) tener que compartir piso con sólo compañeras, y ubicarse en ciudad diferente… puede dar como resultado un reto insuperable. (aunque el entorno materno lo considere prueba idónea para la independencia; aunque ella por situación similar no pasara en sus estudios).   
El mundo universitario puede resultar un enigma por descubrir. No solo se prueban conocimientos, sino a veces, sumisión expresa, producto de un sentido de autoridad y de cómo esta se percibe por cada profesor en el ejercicio de su “libertad de cátedra”. Concebida la Universidad como un espacio  de “libertad” de expresión, de pensamiento, de debate, de conocimientos y de relaciones en libertad en los años sesenta y setenta, pudo acabar reorientándose de manera diferente, pues el hecho de que ideas y proyectos de alumnos, en ocasiones sean utilizadas por alguna persona que da la clase (cuya vida profesional fuera destacada anteriormente con cargo de responsabilidad) pudiera evidenciar la necesidad de esa ley que pretende proteger las ideas y trabajos que presentan los alumnos cuando portando brillantez, y tiende a ser incorporadas como propias de la persona docente. La dificultad en denunciar esas prácticas, cuando realmente se dieran, podría suponer un verdadero problema para un alumno que a ese extremo llegara en un trabajo que no es final de carrera, ni optara premio alguno,  porque lo que ahí se cuestionara son valores propios que debiera portar una autoridad en un entorno educativo o de formación. De alguna manera se viene a mostrar, como así se hace en uno de los capítulos de los Simpson, que la rivalidad puede estar presente en la Universidad, entre los mismos investigadores o entre los mismos profesores que dan clase respecto de sus propios alumnos, hasta el punto de la apropiación desde una posición de fuerza.

Posibles orígenes de conflicto.
Si ya la idea con que se presentó la discriminación positiva en la sociedad produjo un serio debate sobre todos los aspectos de la misma, no fue menor en los entornos educativos de instituto (hasta que se empezara a comprender que realmente existían, salvo contadas excepciones, un límite real a la proyección de este sector en el ambiente profesional en razón de su rol social, su condición sexual y los prejuicios que a ellos se vinculaban históricamente). Comprender esa discriminación positiva, según la experiencia de cada adolescente, podría divergir y de hacho alguno presentó el propio modelo de su propia madre para señalar que en el caso de su experiencia directa ello no parecía necesario, pues otorgaba un plus en razón de género sexual que él no había observado como necesario en su madre. Aquello llevó a los docentes del centro educativo a llamar reiteradamente a la madre, pues el hijo persistía en lo que para él era evidente argumento de peso; y empezó a constatar cómo las reiteradas presencias de la madre en el centro educativo suyo empezaba a trasladarle una sensación de inquietud, de observación permanente, de cierta vigilancia que nadie le explicaba ni con claridad, ni expresamente; lo que le pudo llevar en poco tiempo a una idea de inseguridad y temor abstracto que pudo tardar mucho tiempo en vincular con la expresión de su pensamiento y razonamiento. Resultó aquello convirtiéndose en una especie de intimidación permanente difícilmente de describir para buscar apoyo y racionalización de la situación.
Ya previamente, un par de años antes, una situación inesperada se le había presentado a causa de una fiesta organizada en casas de una de las madres en la que se habían juntado un grupo de casi ya adolescentes (entre 12-13 y 15 años) a los que habían concentrado en un mismo domicilio y disponiendo uno de los muchachos capacidad para acceder a una escopeta de perdigón que sabía dónde se hallaba guardada (probablemente el hijo de la dueña de la casa donde se realizaba la fiesta). Parece que todos decidieron usar de esa actividad que pareciera un divertimento oportuno en lo que parecía en ambiente ausente de adultos en aquella casa. Se entretuvieron, al parecer, desde una galería, y uno de los muchachos dio en la mano de una persona que fuera tal vez vecino de calle. Desde ése momento las narraciones de lo que pudo suceder divergen en mucho, hasta tal punto que la verdad jurídica no se pudiera determinar si tuviera una identidad con lo realmente sucedido. El afectado llamó a la policía. Y resultó auto-acusado el joven. En la secuencia del juicio primero declaró la policía que se habrían personado en el domicilio desde donde se habría producido el hecho que causara la herida en la mano al dicho vecino, y que fuera señalado dicho domicilio por el afectado. Y entrando en el mismo preguntaran que quien fuera el responsable y que dicho joven se atribuiría la responsabilidad. Esta declaración no parece que fuera escuchada por el resto de testigos, (porque fueran entrando a la sala sin oír el testimonio anterior, así me lo pareció) ni por lo tanto por quien fuera señalado como responsable del suceso concreto (que entrara el último en dicha sala de vistas).
Los diferentes testigos, que eran los presentes en la fiesta que tuvieran, al parecer, 14 años o más, señalaron, inequívocamente a otro de los jóvenes como verdadero actor del hecho que causó aquella lesión en la mano del vecino y uno de esos testigos dio todo tipo de detalles precisos de cómo se produjo tal hecho. Por último entró el señalado por la policía como auto-inculpado cuando se presentara en dicho domicilio donde se celebrara dicha fiesta origen de de dicho incidente.  Y que sumido en cierta conmoción por las circunstancias señalaba que él no realizó esa lesión y creo que no señaló a quien lo hiciera o no se hubiera percatado de ello en medio de ese ambiente festivo.
Al padre del chico, señalado como auto-inculpado, le hubiera llegado una notificación judicial siendo acusado por el hombre lesionado (sin tener conocimiento previo alguno de lo sucedido y apenas pudo hablar con su hijo unos pocos minutos para intentarle consolar, diciéndole que siguiera las instrucciones de la letrada que habría contratado la madre, en la esperanza de que aquella confiara en la sinceridad que el padre percibía en el hijo) por lo que el padre tuvo que llevar un letrado y procurador (aun habiéndose obstaculizado  las visitas de fines de semana de los hijos varios años antes y careciendo el padre de una mínima continuidad sobre la vida de sus hijos, pues tampoco la madre habilitaba ni facilitaba la comunicación telefónica con los hijos). Así que el padre fue interrogado por si seguía e interesaba por el desarrollo escolar de los hijos (¿) qué pregunta era aquella se preguntó? Si la madre habría obstaculizado años antes el acceso del padre al APA. Y si mantenía relación con los hijos? Aquellas preguntas le dejó tan noqueado y se sintió tan impotente ante el suceso del hijo ( y ante la evidencia consabida del bloqueo de la madre) que no pudo contestar más que la literalidad de los hechos (Sí, intenté seguirla pero al final ya no me mandaban las notas de los hijos a casas. Y no, no la mantenía la relación). El resultado fue que el padre salió acusado de in-educandi. 
Con el tiempo recordó que cuando estaba en el pasillo que a unos diez metros del pequeño espacio que daba acceso a la sala hablando con el hijo, la madre gritara desde la misma puerta de la sala (delante de otras madres presentes) “Hace un montón de tiempo que no lo ve al hijo ni se preocupa por él”. Parecía una justificación, más, de la propia madre ante una situación generada por ella misma. Resultaba ya una actitud típica. Así que obvio aquello que ya era costumbre en la madre y se centró en consolar y dar fuerzas al hijo, mientras que la abogada de la madre rondaba de cerca la conversación entre padre e hijo y evitó que este le contara detalles de lo sucedido al padre, llamándole a su vera; con antelación a que se entrara en la sala de vistas. El abogado y procurador que acompañó al padre, le dijeron al finalizar la vista que pensaban que la madre podría señalar en la vista que esos días le tocaba estar al padre con los niños. Y que además la declaración de uno de los testigos en favor del hijo era bastante sólida y creíble, pero que el procedimiento judicial con menores no permitía revisar o apelar (desconozco el término concreto empleado por el abogado) y que desde luego alguien debería hacerse responsable de la lesión de aquél hombre.  Con los años le contó al hijo aquella experiencia vivida con él. Y el joven señaló que era la primera vez que alguien le contaba lo que sucediera en aquella sala, pues él entró el último a la misma, sin oír lo que declararan los policías ni sus compañeros de fiesta.  
Lo primero que asombró es que las madres concibieran una fiesta con acceso a alcohol a los hijos (a esa edad)  y ya lo segundo una explicación de lo sucedido que parecía mucho más convincente y coherente de lo narrado ante aquella jueza. Lo primero que entendí es que cuando aquél hombre lesionado se quejó señalando al lugar desde donde vio que se habían dirigido hacia él causándole esa lesión en la mano; los jóvenes que allí habían, al percatarse, probablemente, de lo ocurrido en la galería, salieron todos de la casa, dando por terminada la fiesta y cada uno hacia la suya. Y que un rato después llamaron al muchacho que resultaría señalado por la policía como autor auto-confeso, para que fuera al domicilio donde se habría producido el incidente (y él fue sólo, sin que aparecieran el resto de participantes de la fiesta), y que se presentó allí; y que un momento posterior llamó a ese domicilio la policía, y que la madre y dueña de esa casa donde se celebrara la fiesta hablara con los policías que llegaron a parte de la vista de este chico y del amigo que allí vivía, y que resultaría, después de la conversación de la madre con los policías en privado, responsabilizado formalmente, de lo ocurrido en aquella fiesta. El relato nada tenía que ver con lo que parecía el relato judicial que pasaría como verdad.
La pregunta era ¿Para qué todo esto? Si parecía fácil defender al muchacho, bastaba con relatar la secuencia de los hechos cronológicamente para ir verificando los hechos.
Al principio pensó el padre que fuera una estrategia de los abogados para librar a las madres del hecho de que hubiera alcohol en aquella fiesta, dando lugar a una posible situación de irresponsabilidad colectiva.
Pero con los años la pregunta se centró en: ¿qué hubiera pasado de haber tomado aquella acusación en forma de grito que lanzara la madre desde la puerta de la sala de vistas, acompañada de otras madres, mientras atendía y daba soporte al hijo?  Y que se explicitaba en la frase: ¡¡¡¡Hace años que no lo ve ni le importa!!!! Si en vez de sentirse impotente ante esa circunstancia, se hubiera “picado” con el reproche de la madre y en la Sala hubiera contestado reprochando que la madre le obstaculizó la entrada en la APA y la visitas a los hijos cuando él constató que les pegaba?
Ahí estaría la clave de la situación aún no desvelada del todo, ni abiertamente, pero ya bajo sospecha. Pues con los años se atan los hilos y se tejen dos historias (una traídas por los pelos con documentos oficiales así “artificiados” y la otra muy próxima a la real, solo aptos para los que van más allá de las apariencias). Probablemente, el alcohol en la fiesta era necesario y preciso; y el objetivo, al final forzado, hasta el extremo, podría ser directamente, el propio muchacho así tratado, para desde ahí arrastrar al padre a una situación aun no aclarada, pero que desde luego tendría que ver con justificar, en un ambiente de tribunal, la obstaculización de la madre en el acceso a los hijos del padre.  Qué baza o prueba tenía guardada la madre desde que el padre la denunció por malos tratos a los hijos? Y que precisaba que saliera en un ambiente jurídico para que adquiriera el valor y peso necesario que no parecía poder obtenido por sí misma?


la teoría de la indefensión aprendida.
Dicha teoría toma como fundamento experimentos realizados por Martin Seligman, los cuales tuvieron incluso repercusión para el análisis de la depresión en los seres humanos.
El autor partió del estudio de perros que fueron sometidos a choques eléctricos intermitentes. Estos choques se daban de forma discontinua y al azar cuando los perros se aproximaban a buscar sus alimentos; este procedimiento les produjo una conducta, la cual les hacía arrinconarse en una esquina de su jaula a la que denominaremos «esquina segura». Permanecían en esa esquina segura hasta que decidían volver nuevamente a la búsqueda de los alimentos y a veces recibían choques y otras no. Como resultado de este proceso se crearon sentimientos de incertidumbre al mismo tiempo que los perros se volvían más dependientes del propio experimentador. A razón de estos resultados se estableció un paralelismo entre la conducta aprendida desarrollada por estos perros y la conducta de la mujer maltratada. También se han dado algunas posiciones críticas que defendían que la incertidumbre asociada a la violencia repetida e intermitente es un proceso clave en el desarrollo del vínculo, pero que sin embargo de ninguna manera puede ser el único.8
El síndrome que nos ocupa no ha sido caracterizado como entidad diagnóstica en la última edición de 1995 del Manual diagnóstico y estadístico de los trastornos mentales (DSM IV), pero sí se lo reconoce como fenómeno psicopatológico de plataforma traumática: «En el que se induce al agredido a un modelo mental, de naturaleza cognitiva y anclaje contextual» (Montero Gómez, 1999). Montero ha introducido este síndrome dentro de la clasificación de «Trastornos disociativo no especificado» del manual DSM IV.
El autor ha descrito el SIES-d como «un vínculo interpersonal de protección, construido entre la mujer y su agresor, en el marco de un ambiente traumático y de restricción estimular, a través de la inducción en la mujer de un modelo mental (red intersituacional de esquemas mentales y creencias). La mujer sometida a maltrato desarrollaría el Síndrome de Estocolmo para proteger su propia integridad psicológica y recuperar la homeostasis fisiológica y conductual». (Montero Gómez1999).9
Según Dutton y Painter (1981),10​ el síndrome de Estocolmo entendido en el ámbito domiciliar surge de una forma determinada. Estos autores han descrito un escenario en el que dos factores, el desequilibrio de poder, por un lado, y la suspensión en el tratamiento bueno-malo, por el otro, generan en la mujer maltratada el desarrollo de un lazo traumático que la une con el agresor a través de conductas de docilidad, donde el abuso crea y mantiene en la pareja una dinámica de dependencia debido a su efecto asimétrico sobre el equilibrio de castigos. Este sentimiento de dependencia camina hacia la identificación con el agresor, a la justificación de sus actos y por último a «ponerse de su lado».
A pesar de que el adjetivo «doméstico» a veces es entendido como el espacio de convivencia familiar, este hace referencia en el síndrome de Estocolmo doméstico a muchos más ámbitos que el propio domicilio donde puedan convivir la pareja. La conducta de maltrato es llevada a cabo muchas veces en el hogar, pero también lo es fuera de él. Por ello, es importante no confundir el término «doméstico» cuando hablemos de este síndrome: (SIES-d).
Es de resaltar que las víctimas de manera previa al evento traumático suelen tener distorsiones cognitivas como son la disociación, la negación o la minimización.
Puede darse en hombres y mujeres.

Fases

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El síndrome viene determinado por una serie de cambios y adaptaciones que se dan a través de un proceso formado por cuatro fases a nivel psicológico en la víctima de maltrato por parte de su pareja.
Estas cuatro fases son:11
Desencadenante: los primeros malos tratos rompen el sentimiento de seguridad y la confianza que la víctima tiene depositada en su pareja. Se produce entonces desorientación, pérdida de referentes e incluso depresión.
Reorientación: la víctima busca nuevos referentes, pero su aislamiento es cada vez mayor. Normalmente a estas alturas se encuentra prácticamente sola con el exclusivo apoyo de la familia. La víctima no tiene con qué comparar o con quién al estar aislada.
Afrontamiento: la víctima percibe la realidad de forma desvirtuada, se autoculpa de la situación y entra en un estado de indefensión y resistencia pasiva. El agresor la hace sentir culpable. Entra en una fase de afrontamiento donde asume el modelo mental de su pareja, tratando de manejar la situación traumática.
Adaptación: la víctima proyecta la culpa hacia otros, hacia el exterior (locus de control externo) y, el síndrome de Estocolmo doméstico se consolida a través de un proceso de identificación con el agresor.

Sobre este tema Vallejo Rubinstein señala que el «desconocimiento de estos procesos y de sus secuelas hace que muchas veces las mujeres agredidas sean tratadas y retratadas como masoquistas, locas o histéricas a las que les gusta que les peguen. Como explica Rojas Marcos, a la hora de analizar las representaciones que se hacen de víctimas y agresores (especialmente de los medios de comunicación que raramente toman en cuenta o narran estos procesos), la mujer sale mucho peor parada que el agresor, que suele aparecer como un señor normal, que nunca ha sido violento según los vecinos y testigos, no el monstruo que uno espera, versus una mujer desencajada y fuera de sí que lo provoca con sus comportamientos (1995, p.34). Esta concepción patológica de la mujer objeto de abuso es solo una de las muchas imágenes o estereotipos que circulan en la sociedad respecto a víctimas y agresores».12
No estamos ante una situación de dependencia, al menos como la quiere presentar la Mater Nutricia, sino ante un posible empecinamientos en persistir en el “prejuicio de maestro” (calificación y etiquetación del alumno, en este caso el propio hijo limitando sus posibilidades reales). Ya en el pasado tuvo oportunidad el padre de solicitarle a la madre ver por encima la corrección que realizaba de exámenes, ante la evidencia de gestos a veces exagerados e incluso amanerados que realizaba mientras realizaba esa tarea (era la primera vez que le vía llevándose a corregir exámenes de alumnos a casa) y ella le permitió tomar dos que parecían tener similar nota, pero uno aprobado y otro suspendido. Parecía obvio que ella misma parecía reclamar la atención con esa manera de proceder ante el compañero con el que llevaba ya unos pocos años, pues hasta entonces nunca la vio comportarse en maneras y formas similares. Tomó los exámenes de los cuales ella misma exclamó al terminar de corregirlos y observó que al diferencia apenas era de unas décimas que bien pudieran salvarse en el caso del suspenso, porque el aprobado tampoco parecía dar respuestas bien precisas. Al menos esa fue la primera impresión y le preguntó a ella: ¿Por qué apruebas a ése y a  este otro no? Y la respuesta fue. “Ese tiene posibilidades; este otro es carne de cañón”.  Desde luego, el criterio iba más allá de lo que siempre concebí como académico y promotor del ánimo para hacer persistir en el conocimiento. Pero la sentencia ya estaba echada. Y si ibas más allá las teorías sobre las circunstancias de aquellos jóvenes en “segunda oportunidad” eran maravillosas pero, a la definitiva, con un simple vistazo, aquél joven alumno, desconocido para quien observaba la escena de la maestra, difícilmente, al menos en aquella época inicial, tendría una oportunidad real de verdadera segunda oportunidad, que era para lo cual estaba concebido, en principio, aquél proyecto piloto educativo. Era “el prejuicio del maestro” y ello se había revelado históricamente en como un obstáculo bien difícil de salvar.
Análogamente aquél prejuicio lo habría instaurado con el hijo, empeñado en alegrarse si tenía noticias del padre, o lo hubiera visto por la calle desde el autobús. Aquello para aquella Mater Nutricia tal vez podría llegar a representar el mismo obstáculo que para un profesor (de hace 100 años) que consideraría el mundo y la sociedad perfectamente definida en clases sociales estancas, reconocer en el hijo de quien considera su enemigo socialista o socialdemócrata, una mínima virtud de inteligencia o capacidad  (pretendiendo el padre que sus hijos alcancen status sociales con mejores oportunidades),  – y más si de ello dependiera el futuro del hijo de su enemigo intolerable, quien busca instaurar una igualdad de oportunidades para todos y acabar, así, con la idea del proletariado como clase dominada y siempre rehén de élites.
 Así que no era exactamente dependencia lo que tenía el hijo respecto de la Mater Nutricia, sino buscar la salida a una situación ya intolerable e insoportable (“Estatus de Victima, Violencia/ Síndrome de Estocolmo e Indefensión aprendida), pidiendo la bendición de la madre para salir de la situación de estancamiento que supone el cerco continuo de la misma y las proposiciones de metas, a base de conceptos y valores contrapuestos, que son irresolubles. Llevándole a una continua posición de "indefensión aprendida". La indefensión aprendida es mostrado en el siguiente vídeo, donde una profesora en su clase, a sus alumnos, ples hace pasar por esa experiencia concreta, para que reconozcan esa situación de “expresa manipulación” en el futuro, si se produjera, y así no quedar atrapados en semejante artificio premeditado, sin defensa posible (ver ejemplo de cómo un maestra induce a toda una clase a la posición emocional de :Indefensión aprendida, por medio del abuso de confianza y el engaño al plantearles un sencillo problema, donde un aparte de  la clase tiene datos completos y la otra no) : https://www.youtube.com/watch?v=OtB6RTJVqPM
Algunos estudios universitarios [cita requerida] han revelado que cuando a una persona se le castiga de manera continua sin importar lo que haga, desarrolla indefensión aprendida, por lo que el sujeto tiende a dejar de responder e intentar generar un cambio.[cita requerida] Suele ser común en personas cuyo régimen de crianza ha sido autoritario. [cita requerida]

 

Martin Seligman inició una investigación acerca de la indefensión aprendida en 1967 en la Universidad de Pensilvania como una extensión a su interés por la depresión. Esta investigación fue expandida luego por Seligman y otros. Uno de los primeros experimentos fue entre Seligman y Maier: En la parte 1 del estudio, tres grupos de perros fueron puestos en arneses. El grupo 1 fue solamente puesto en los arneses por un tiempo y luego eran liberados. Los grupos 2 y 3 fueron amarrados en yunta. A los perros en el grupo 2 se les daban choques eléctricos de manera aleatoria y los perros podían presionar una palanca para parar los choques. Cada perro del grupo 3 era juntado con uno del grupo 2; si bien, cuando el perro del grupo 2 recibía un choque eléctrico, el perro del grupo 3 también recibía un choque de la misma intensidad y duración, este no podía evitarlo, porque su palanca no hacía nada. Para el perro del grupo 3, parecía que el choque se suspendía de manera aleatoria porque el perro del grupo 2 al que estaba pareado estaba parando el choque. Por lo tanto, para los perros del grupo 3, el choque era "inevitable".
En la parte 2 del experimento, los 3 grupos de perros fueron llevados a una habitación que tenía dos compartimientos rectangulares divididos por una barrera de unas cuantas pulgadas de alto. Todos los perros podían escapar del choque eléctrico yendo a la otra parte de la habitación. Los perros del grupo 1 y 2 rápidamente entendieron la tarea y escaparon de los choques eléctricos, sin embargo, la mayoría de los perros del grupo 3 (que antes habían aprendido que nada de lo que hicieran iba a parar el choque eléctrico) simplemente se quedaron quietos sin hacer nada y solo gemían al recibir los choques.
En un segundo experimento ese mismo año, con nuevos grupos de perros, Overmier y Seligman eliminaron la posibilidad de que, en vez de tener una indefensión aprendida, el grupo 3 hubiera fallado en aprender la tarea de escapar del choque debido a haber aprendido otro comportamiento que interfería con la tarea de escapar. Para prevenir ese comportamiento que "interfería", los perros del grupo 3 fueron inmovilizados con una droga que los paralizaba (curare) y tuvieron un procedimiento similar que en la parte 1 del experimento de Seligman y Maier. Cuando llegaron a la parte 2 del experimento, el grupo 3 exhibió el mismo comportamiento de indefensión aprendida. Este resultado sirvió para eliminar la hipótesis de la interferencia.
De estos experimentos, se creía que solo había una cura para la indefensión aprendida. En la hipótesis de Seligman, los perros no trataban de escapar porque ellos creían que nada de lo que hicieran haría que los choques pararan. Para cambiar este pensamiento, los investigadores tenían que tomar las patas de los perros y moverlas replicando las acciones que el perro debía realizar para escapar de la zona de choques eléctricos. Esto se tuvo que hacer al menos 2 veces antes de que los perros empezaran a saltar por sí mismos la barrera. Utilizar cualquier otra forma de estímulo como amenazas, premios y demostraciones visuales no tenía efecto en la indefensión del grupo 3.
Experimentos posteriores han servido para confirmar el efecto depresivo de sentir una falta de control en un estímulo aversivo. Por ejemplo, en un experimento, pusieron a personas a hacer tareas mentales con la presencia de un sonido distractivo. Las personas a las que se les dio la posibilidad de apagar el sonido, raramente se levantaron a hacerlo, aun así, exhibieron mejores resultados que aquellas personas que no tenían la posibilidad de pararlo. Así, bastaba tener la noción de poder apagar el sonido para contrarrestar sus efectos. En 2011, un estudio en animales encontró que los animales con control sobre los estímulos estresantes exhibían cambios en la excitabilidad de ciertas neuronas en la corteza prefrontal. Los animales que no tenían control de estos estímulos no exhibían este efecto y mostraban signos consistentes con la indefensión aprendida y la ansiedad social.

La idea de Víctima es un concepto del que el común de las personas nos hacemos una idea, por lo general empática, vinculada con las experiencias que pudiéramos haber vivido en primera persona en alguna medida o reconocido en nuestro ambiente social; el aprendizaje en sociedad suele llevar a la experiencia de ser víctima en alguna situación o circunstancia de la que, el hecho de ser autónomos e independientes, señalaría la superación de esa condición. Sin embargo difícilmente solemos alcanzar el grado de conciencia precisa para reconocer una situación de víctima con meridiana precisión y sin llevarnos a justificaciones de situaciones intolerables, ni mucho menos justificables.
Si meditamos en conciencia, la situación de vulnerabilidad que hizo posible que en algún momento fuéramos o nos sintiéramos víctimas, veremos que puede retornar, no estamos libres permanentemente de esa condición vivida; puesto que las condiciones que podríamos haber dado como permanentes y estables (la economía, la salud, un sistema que garantiza los derechos, o la existencia del apoyo emocional del entorno….) podrían variar súbitamente pasando a una situación de vulnerabilidad.

El  concepto de “víctima” en el derecho internacional es estudiado en la obra La dimensión internacional a los derechos a la verdad, a la justicia y a la reparación para las víctimas de violaciones  a los derechos humanos, escrita por Omar Huertas Díaz, Eduardo Castellanos Rozo, Hermes Montaña Díaz, Oscar Giovanni Ramírez Zarate, Iván Andrés Flores Acero, Deyanira del Pilar Ospina Ariza. Una obra publicada por la Universidad Autónoma de Colombia, la Corporación Juristas Siglo XXI, Consultores Abogados y la Editorial Ibañez.

El concepto de víctima ha sido largamente estudiado y por consiguiente han sido muchos los estudiosos del derecho que han tratado de definirlo. En el plano positivo es conveniente partir de la definición que se señala en la Declaración sobre los Principios Fundamentales de la Justicia para víctimas del delito y del abuso del poder proclamada el día 29 de noviembre de 1985 por la Resolución 4034 de la Asamblea General de la Organización de las Naciones Unidas que establece:

“Víctimas de delitos. Se entenderá por "víctimas" las personas que, individual o colectivamente, hayan sufrido daños, inclusive lesiones físicas o mentales, sufrimiento emocional, pérdida financiera, o menoscabo sustancial de los derechos fundamentales, como consecuencia de acciones u omisiones que violen la legislación penal vigente en los Estados miembros, incluida la que proscribe el abuso de poder.

Podrá considerarse "víctima" a una persona con arreglo a la presente Declaración, independientemente de que se identifique, aprehenda, enjuicie o condene al perpetrador e independientemente de la relación familiar entre el perpetrador y la víctima.

En la expresión “víctima” se incluye además en su caso, a los familiares o personas a cargo que tengan relación inmediata con la víctima directa y a las personas que hayan sufrido daños al intervenir para asistir a la víctima en peligro, o para prevenir la victimización. 

Las disposiciones de la presente Declaración serán aplicables a todas las personas sin distinción alguna ya sea de raza, color, sexo, edad, idioma, religión, nacionalidad, opinión política o de otra índole, creencias o prácticas culturales, situación económica, nacimiento o situación familiar, origen étnico o social o impedimento físico.”

También la Declaración se refiere a las víctimas del abuso de poder.

 “Se entenderá por "víctimas" las personas que, individualmente o colectivamente, hayan sufrido daños, inclusive lesiones físicas o mentales, sufrimiento emocional, pérdida financiera o menoscabo sustancial de sus derechos fundamentales, como consecuencia de acciones u omisiones que no lleguen a constituir violaciones del derecho penal nacional, pero violen normas internacionalmente reconocidas relativas a los derechos humanos.”

De esta definición se concluye que “víctima” es la persona que ha sufrido una pérdida, lesión o daño en su persona, propiedad o derechos como resultado de una conducta que constituya una violación a la legislación penal nacional, constituya un delito bajo el derecho internacional que implique una violación a los principios sobre derechos humanos reconocidos internacionalmente, que de alguna forma implique un abuso de poder por parte de personas que ocupen posiciones de autoridad política o económica. 

La “víctima” puede ser un individuo o colectividad, incluyendo grupos, clases o comunidades de individuos, corporaciones económicas o comerciales y grupos u organizaciones políticas. 

La importancia que comienza a darse al papel de la víctima, en el derecho internacional, permite que esta figura sea contemplada en los procesos penales como parte esencial para la integración de las investigaciones y para la apreciación del esquema total del crimen.

En el Estatuto de Roma y para los fines del mismo, por “víctima” se entiende a las personas naturales que hayan sufrido un daño, como consecuencia de la comisión de algún crimen de la competencia de la Corte. 

Y por “víctimas” también podrán entenderse las organizaciones o instituciones que hayan sufrido daños directos a alguno de sus bienes que esté dedicado a la religión, la instrucción, las artes, las ciencias, o la beneficencia y a sus monumentos históricos, hospitales y otros lugares u objetos que tengan fines humanitarios.

La violencia o la violentación de los derechos de una persona, en su seno e íntimamente, es una clara demostración de poder práctico y real. Implica crueldad, carencia de empatía con la víctima, a veces satisfacción en el daño que se produce a la víctima (sadismo), e incluso en ocasiones se justifica en razón de “castigar” para “enseñar”, y desde luego sentido de impunidad y capacidad de manipular las evidencias (Siendo ello, el modelo de ejercicio de la violencia, aprendido; y que ha sido aplicada tanto desde roles masculinos como femeninos).

Parece necesario y preciso configurar un Estatus que contemple la naturaleza de ser víctima. Donde se recoja con detalle todos los rasgos y tipología que definen esta condición, así como las reacciones y estrategias que la propia víctima puede desarrollar como formulas para encontrar una estabilidad personal dentro de una situación de largo y permanente estado de sufrimiento; sobre todo cuando los maltratadores se hallan en su entorno inmediato, poseyendo vínculos familiares que ejercen y condicionan los intentos y cualquier intención de la victima para salir de ese escenario opresivo de manera racional o pactada con sus mismos agresores; incluyendo la situaciones morbosas que buscan atribuir a la victima el papel de opresor o constituyéndose los maltratadores ante los ojos de la víctima como persona maltratadas por ella.  Parece un requisito necesario e ineludible que un Estatuto reconozca en cualquier situación que se pudiera dar quién es la víctima real con la finalidad de que en cualquier actuación de la Administración, por cualquier motivo sobrevenido, muestre de manifiesto y sin duda cual es el bien a proteger: La Víctima de maltrato. En ese sentido pareciera conveniente que la magnitud de esa protección fuera de similar e idéntica naturaleza que el otorgado hacia la mujer en su condición de vulnerabilidad en razón de sexo y de prejuicio que el varón dominante  ejerce para someterla, subyugarla, condicionarla, manipularla o condicionar su respuesta para liberarse de dicha situación. El apoyo de la Administración y la magnitud del mismo tal debiera ser de similares o idénticas características para garantizar posibilidades reales de éxito en las personas así tratadas; cuya naturaleza no se define exclusivamente por una condición de género vulnerable al prejuicio histórico, sino por una vulnerabilidad en razón de haber sido maltratada, por lo general, en largos periodos prolongados e incluso desde la infancia, sin haber tenido opciones reales de escape y liberación dadas sus características particulares para reconocer plenamente su condición de víctima.
Desde esta perspectiva se pudiera entender que el papel de la Administración en situaciones de maltrato que no es contemplado bajo la condición de Género (la Violencia de Género en España obliga a esa protección integral en el caso de la mujer; habiendo realizado un gran esfuerzo para la sensibilización y especialización de los miembros del Estado que actúan en estas situaciones de violencia de género) pudiera entenderse que una actuación fuera de ese ámbito de VG debe  portar cierto distanciamiento respecto de cualquier tipo de Víctima que no sea producto de violencia de Género, al considerarse, en alguna medida, que la víctima es en gran parte responsable del maltrato recibido y que es condición Humana aprender a salir de esas situaciones por las que, en alguna medida, hemos pasado todos como miembros de una sociedad, donde quien es capaz de maltratar ocultando las evidencias de su maltrato o justificándolo cumpliera, en alguna medida un papel “educativo” respecto de su propia víctima.  Es decir, la víctima lo es porque en alguna medida quiere serlo, busca serlo, o comete errores para serlo. La analogía que exisistiera en esta actitud hacia la victima por parte de la Administración sería similar a la anterior consideración que se tenía hacia las víctimas de violencia de género, acusándolas de cómo visten, el horario por el que transitan en calles desiertas, o transitar lugares o parajes solitarios sin compañía. El derecho a la libertad personal y a nuestra integridad como personas no pueden estar vinculados a la idea de que si no los defendemos o prevemos las agresiones a nuestra integridad en razón a una vulnerabilidad (en el caso de la mujer por menor fortaleza física) es justificable, en alguna medida, la agresión, y en consecuencia al agresor en su acción de violencia.  De igual manera que la condición de mujer es defendida en la actualidad activamente por ser potencialmente vulnerable, sin trasladar ninguna responsabilidad sobre la víctima por no atender o prever su condición de vulnerabilidad, es de considerar y reflexionar que la condición de víctima, así protegida por la ley, debiera y debe extenderse a todo tipo de víctimas y condición de víctimas, pues ninguna víctima debiera ser considerada responsable de la agresión de sus maltratadores en ningún caso o circunstancia; y por lo tanto, el derecho a la integridad física o psíquica de una persona, en este caso víctima, no puede ser cuestionada en razón de no proveerse o prever protección o precaución para no ser agredida por su agresor. Tal idea de que las agresiones portan un elemento educativo, si las sostiene la Administración y el Estado en alguna medida o forma, en su actuación sobre víctimas, no contribuiría procediendo así al objetivo esencial de promover la paz mediante el respecto activo a los derechos de las personas. La “educación” así concebida por la Administración o el Estado en el pasado, la debe de recibir el agresor o los agresores, y no las víctimas en medida alguna.
El derecho fundamental de las víctimas es  el derecho a la verdad, a la justicia y a la reparación del daño sufrido en manos de sus agresores. 

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