Miguel Ángel Ibáñez Gómez - maiges_ps@hotmail.com

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lunes, 4 de mayo de 2020

Respuesta ante las evidencias de maltrato y la presunción de delito de la madre sobre el hijo



Algún familiar del entorno, que siempre había apoyado a la madre en todo lo que hacía sobre sus hijos, y que solía acudir como “Caballero Andante” a su rescate cuando esta reclamaba su presencia, recibió con alarma el audio/video sobre lo que parece a todas luces violencia extrema sobre uno de los hijos. La llamada telefónica duró unos minutos, no muchos, pues le argumento de la madre pareció girar sobre la idea de que a pesar de lo aparatoso que resulta oír ese documento que parece una prueba “evidente”, todo eso no es más que una manipulación (los audios son fragmentos sin contexto) y todo está sacado fuera de contexto. Además, la madre, argumenta la bondad de todas sus acciones, aunque parezcan aparatosas (pero que no lo son, porque ya se sabe lo difícil y rebelde que es su hijo) porque la finalidad de todo lo que ella hace lo hace por el bien de su hijo, que es lo que más quiere en el mundo; y eso ha quedado bien demostrado ante el sufrimiento que la misma ha padecido por esta causa.
Así que el familiar quedó bastante satisfecho con las razones de la mujer y se dirigió al joven, por teléfono con el mensaje de fondo de que sea permeable a la madre y será feliz. Este hombre, que acabó por alejarse de la ciudad donde trabajó, formó familia y tuvo una hija, que hace decenios de años que no ve, después de una separación donde la mujer se quejó a los familiares de este hombre que la pegaba y estos se limitaron a reseñar que “quien recibe una recibe cientos”, siendo toda ello la aportación que realizó ante la exposición de violencia que ella expresaba. Hombre sanguíneo, visceral, de muy malos “prontos”, ya separado de su ex, cuando se enteró  de la separación de esta madre de su marido (que resultaba ser sobrino de él mismo) se compró una gran furgoneta azul y apareció por el terreno de San Mateo como ese gran salvador que iba a sacrificarse el resto de su vida y sus bienes para una causa justa: la de esta mujer y sus hijo así “abandonados” a la desgracia por su sobrino. Aquello duró lo que Sabina canta en su canción. Así que ya sin objetivos “redentores” en la vida, se retiró a un pueblo de Teruel, desde donde reparte consejos atroche y mote, y con ellos su “sabiduría”, como en este caso; pero de vez en cuando, recibía alguna visita de los parientes, y estos narraban que su relación con las mujeres ocasionales que seguían desembarcando en su vida no había cambiado para nada.
Hay familias que conciben, por tradición, que la violencia sobre los hijos está justificada porque el fin es bueno. Así que no es de extrañar que si a esa violencia se suma a un carácter sanguíneo y violento de los propios personajes el resultado sea aterrador, pues la familia registra un alto índice de hijos traumatizados, y al final diagnosticados. Ellos, ven perfección en cómo consideran  que se comportan con los hijos (por lo que nunca establecieron relación causa efecto entre la violencia intrafamiliar, en la que parecen participaron también las mujeres, y los demoledores resultados de esa violencia sobre los hijos). Ellos, esa familia, cuando aparecen los resultados de esa educación que consideran perfecta lo llaman “eufemisticamente” la enfermedad,  como si sus personas fueran ajenas por completo a lo que ellos mismos han generado, producido y creado en sus propios hijos.
Se podría hablar del carácter del padre de la señora madre, también procedente del ambiente de posguerra. Narraba como si hubiera sido el primer gran susto de su vida, que a los 19 años, estando en casa de su tía entrara su tío, Guardia Civil y le pegara un tiro a ella en el pasillo y luego así mismo; y él saliera a la calle, en calzoncillos, pidiendo auxilio. Luego se marchó a la División Azul, y a su vuelta trabajó de camionero hasta que entró en una compañía de transportes urbanos. Fundó dos familias simultáneamente (sin formalizar matrimonio con ninguna de ellas y teniendo dos hijos con cada mujer) y pidió la señora madre a su entonces aún "novio" o "nueva pareja" que intercediera para que el padre se casara con la madre y no la dejara sin cobertura material si muriese antes que ella. Nadie se atrevía en esa familia a llevarle la contraria a ese hombre de carácter violento y lenguaje infantilizado, que alcanzaba su mejor escenario en las relaciones interpersonales desde los discursos de fuerza e intimidación. Así que el joven, viendo razonable la causa, le empezó a hablar a aquél hombre de más de 1:80 m. de altura, corpulento, fuerte, propenso a irritarse y a estallar (pues desde la soledad de su infancia y juventud, tuvo que basar toda su supervivencia en la intimidación), mientras percibía que le resto de la familia de aquél hombre (hijo, hija, esposa) hacían mutis apresuradamente desde el pequeño salón  hacia la cocina, cuando el inexperto recién llegado a esa familia se dirigía al Páter Familia para mostrarle los razonamientos que la hija le había expuesto el día anterior tan razonablemente. Aquél hombre de ya setenta años, que cuando paseaba por el monte sólo, de vez en cuando, se le veía levantar el brazo estirado a la vez que gritaba algo in-inteligible, como saludo nazi, como si el recuerdo en los campos de batalla de la URSS (Minsk, Smolensk…) volvieran a su mente con mayor plenitud; le miró como a un infame infecto insecto que evidentemente se metía donde no le llamaban, pisando un terreno muy peligroso; peor aún, se inmiscuía en su vida privada. Una vez concluido el razonamiento prudente y temeroso de aquél joven insensato que tenía delante (y que ya percibía de él que era inconscientemente intrépido ante él, Páter Familia) no respondió, mientras seguía evaluando al imprudente que tenía delante y cual fuera la mejor respuesta a darle que le pusiera en su sitio y marcara el territorio de una vez para siempre; y antes de que diera una respuesta, la familia, refugiada en la cocina y presumiblemente haciendo "oreja", reapareció en el salón como Séptimo de Caballería que pasaba por ahí, como si nada saber, y el hombre impelido a casarse a los 70 años, cambió de pensamiento, (aquél personajillo lo había visto por primera vez hacia unos meses, desde el otro lado de la avenida, cuando su hija se separaba de su primer marido y vio a este joven, con otros, cómo iban cargando los muebles de la hija en una furgoneta de Foskitos, producto de la división de bienes del matrimonio de su hija ,que se rompía, y que acabarían en un trastero). El mensaje había llegado al Páter Familia, y eran lo único que querían, el resto ya era trabajo de persuasión posterior que dio su fruto con una boda a los 70 años de aquella pareja (él madrileño y ella catalana, ambos niños de la guerra).
Más allá de las manipulaciones de la “nena”(que así le llamaban en casa) no estoy seguro de que el abuelo aprobara plenamente los métodos de educación de la madre con los hijos, no tengo duda, creo que ninguna, que el abuelo nunca aceptaría como razonable y como buen fin lo que se vive en estos días en San Mateo y las razones que se dan para ello, sobre todo porque él ya sabía lo que era vivir alejado de una familia, y metido en una Institución, desde niño, por no haber sido querido por nadie de su familia.





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