El Doctor le dijo: Sólo es “mala
leche”,
Desde los 23
años iba a la consulta privada del psicoterapeuta que le atendió por primera
vez. Aquél hombre le había visto sobrellevar y remontar situaciones de las que
estaba convencido que cuya inicial traba era la imagen de la mujer
(que solía ser por entonces una de las causas
más generalizadas por las cuales los jóvenes varones recibían ese shock, esa
impresión, que si no se “digería bien” acababa por generar y producir efectos
depresivos … una reacción cuyo itinerario estaba destinado a la “digestión” y “asimilación”
de cómo son en realidad las personas, todas; pero en este caso concreto las
mujeres; pero también era posible en caso contrario respecto de las chicas con la visión del hombres).
Todos somos personas y como tales, en esta sociedad,
hemos sido orientados hacia la idea de que vivir en pareja y formar familia, es
la meta de toda persona; meta que permite la fácil integración y aceptación
social; ahí, desde esa unión de pareja destinada a tener hijos, la sociedad
visualiza los roles de cada uno y viene a comprender, al menos por encima, que
todos nos enfrentamos con situaciones parecidas, con crisis similares a
resolver, y los problemas en la educación de los hijos suelen pasar por etapas
y fases similares con mayor o menor fortuna.
La apertura y
aceptación de nuevos roles en las personas, a partir de la entrada en democracia,
ponía el acento en las libertades individuales de cada persona; así se venía a
aceptar que cada persona ante las circunstancias concretas que le rodeaban en
su entorno familiar y social (por ejemplo: cómo se
relacionaban y solucionaban los problemas en el seno de las propias familias,
cómo sus miembros gestionaban los problemas internos y externos a la familia, qué
perfil era el dominante y si imponía o por el contrario persuadía para
encaminar soluciones a cada miembro o en el orden diario de la propia casa; en la relación con los problemas procedentes del exterior social)
podrían optar por opciones vitales que anteriormente podrán ser descritas de informales y en algunos casos recibir incluso cierto reproche
social; (por ejemplo en el ejercicio de
la libertad y experiencia sexual de manera más abierta se recibieron reproches en muchos entornos familiares y sociales; la generalización de la experiencia y ejercicio sexual - ya más abiertamente, con invitación a una persona a "practicar sexo", lo llevó a una visión más superficial en un juego de jugar a “nunca
perder” y, a veces, de "siempre ganar", según sea el carácter de los participantes; no hacía falta pasar por esa experiencia para ya,
desde joven, intuir que el juego de las relaciones se establecía a menudo desde
esas perspectivas – la pregunta, para algunos más sensibles, era: ¿Qué sentido tenía?).
Aquellas experiencias
siempre habían existido, pero según se fuera hombre o mujer habían sido
bendecidas, en el primer caso, y firmemente ocultadas en el segundo para proteger
el honor y las íntegras posibilidades de desarrollar su propio futuro si se era
mujer, ante los prejuicios sociales que señalaban en todo occidente que la
mujer debería reunir unos requisitos irrenunciables para ser buena esposa (pura, casta, leal, abnegada en las tareas, fiel….). Pero todos sabían que para construir una pareja que tuviera visos de durar con alguna garantía, era necesario primero "conocer", conocer y acabar por medirse en el entorno de candidatos (y si se era mujer ello habría que hacerse con evidente discreción e incluso complicidad de amigas y compañeras, para poder comparar y elegir acertadamente y con inteligencia. Se podría pensar que la pasión, como consecuencia más satisfactoria, debería guiar la elección de manera determinante, pero también había otros aspectos que pudieran ser determinantes e incluso definitivos, como todo aquello que se relacionara y aportara la estabilidad; y otras personas optaban, sin embargo, por perfiles de pareja que les permitiera ejercer una total libertad, en cualquier plano, dentro de la pareja, sin mediar explicación alguna; creando relaciones desiguales y descompensadas que pudieran controlar, otorgándoles la seguridad de que el compromiso y la implicación no es total, ni mucho menos emocional; y si la relación en estos términos es desigual, se asume que una parte de la pareja sufre o pudiera sufrir, pero se ignora para seguir preservando eso que se ha concebido como libertad , y que para ser sostenida en el tiempo precisa de opacidad). Parejas formales pueden acabar, con el tiempo, por ser sostenidas desde el exterior con otras relaciones paralelas que canalizan las inquietudes o necesidades de uno de los miembros de la pareja; y depende de cómo sean esas necesidades - porque las personas y las parejas cambian - las parejas pueden acabar siendo sostenidas por múltiples relaciones exteriores o simplemente romperse cuando se evidencia esa desigualdad y se concibe o como deslealtad, o como engaño o simplemente porque acaba perjudicando enormemente a uno de los miembros de la pareja.
Todos aquellos
detalles de gestión diaria de la familia por parte de los padres, que podrían
parecer a muchos padres y madres irrelevantes desde la perspectiva de sus hijos,
podrían resultar, por el contrario, esenciales y podría llevar a determinar sus
roles sociales para las propias vidas de los hijos. La necesidad de referentes, que
mostraran la normalidad de las relaciones entre adultos permitieran
racionalizar momentos y situaciones tensas o conflictivas, podría determinar
respuestas en los hijos o roles en ellos no siempre esperados. La tolerancia
era y se concibe como la mejor herramienta para gestionar esas situaciones y aceptar
a las personas, pues no sólo son producto de sí mismas, sino también de sus
circunstancias.
La respuesta
ante el matrimonio de gestionar todo en común, como si otorgar confianza
a la otra parte pudiera llevar a disolver cualquier temor o duda que le pudiera
llevar a su pareja a replegarse y a actuar “paralelamente” al matrimonio
generando una relación de pareja desigual puede ser una opción; sin embargo una cosa es cómo se
prevé y otra cómo resulta. Porque en las relaciones de pareja también se dan luchas por el liderazgo, normalmente antes de formalizarse; y los resultados de esas luchas, la lealtad en la mismas, la sinceridad en ellas, determinaran el futuro de la relación de pareja. O si la conformación de una pareja es concebida como un fin en sí misma, o como medio para otro fin o meta.
Una pareja
joven, en la veintena, (en una franja de edad similar u oscilante, ella tres años y medio más que él, y con una experiencia previa matrimonial, ya no resultaba un escenario de pareja poco común) si además ambos tienen la vida encauzada, trabajando ambos de funcionarios, con la nueva casa de segunda mano pagada a “toca
teja” (gracias a la lucha por rescatar
los bienes y el efectivo del anterior matrimonio, en una maniobra adversa, de última
hora, con la constitución de una sociedad cooperativa de la mujer con el
anterior marido y otro socio, cuando el matrimonio ya estaba divorciado, cuya
finalidad era la gestión empresarial de un PUB de moda en una de las zonas de
más ambiente juvenil de la ciudad, y cuyos resultados económicos se pretendieron
presentar con graves pérdidas) y ya, con ambos sueldos de ellos, cualquier pareja se sentiría en libertad para formar una familia con garantías y entrar de pleno en la
clase media desahogada. Aunque uno de ellos confesara "que no sabía que había que
hacer en la vida". Siempre alguno, por ejemplo él, señalaría un camino para construir un sueño a base de crear un entorno en donde, para él y su familia, tendría sentido la vida.
Las parejas solían convivir previamente un par de años o tres de alquiler, en un barrio obrero, con
otros jóvenes de su edad, compartiendo piso, sin importarles de verdad que hubiera papeles que formalizaran su situación de pareja. El apoyo familiar, el propio esfuerzo o la resolución de una sociedad
aportaría la liquidez precisa para comprar un piso con una gran terraza y vistas a
prácticamente a toda la ciudad desde uno de los barrios que se situaban en unos
altos que dominaban la ciudad, y aún más allá,
En los días claros de invierno se
veían los pirineos con claridad, donde se podía distinguir con facilidad las “tres Sorores” –
aunque su mujer no se lo creía, hasta que
no se lo ratificara un compañero del colegio, montañero, pues siempre fue
descreída de que nadie sin preparación Universitaria pudiera descubrir algo
relevante con unos simples anteojos, un mapa y un simple razonamiento; para ella
cualquier descubrimiento o dato relevante que debiera incorporar como cierto, tenía que pasar por haber estado
escrito y descrito por persona de prestigio y reconocida; de ahí que personas
como ella sean concebidas como Ignorantes Ilustradas, pues parecen creer que existe un monopolio de la Verdad, de cualquier verdad, y que fuera de ese monopolio no existe ni sabiduría ni experiencia aceptable. Hacia la derecha se
veía “Monte oscuro” como parte de la sierra de Alcubierre, donde llegaron los
frentes en la guerra civil; un poco más hacia el centro se podía ver con
nitidez la papelera Montañanesa, cuyos olores orgánicos a veces invadían
desagradablemente el ambiente de la ciudad, según fuera el viento dominante.
Más allá se vislumbraba “Torrozuelos” un área de montes perteneciente ahora al
término de Villamayor y sobre el cuál el Servicio de Montes de la ciudad desarrollaba
uno de sus planes de repoblación forestal con el fin de construir un cinturón
verde entorno a la ciudad (labor ingente,
muy inteligente y nunca acabada) que permitiera, por un lado, atemperar las
extremas temperaturas de la propia urbe y por otro absorber la contaminación de
la misma. Más hacia la izquierda se podía
observar las instalaciones del Hospital de referencia Royo Villanova, y
prosiguiendo a la izquierda las instalaciones de la Academia General Militar;
Prosiguiendo en esa dirección se podía observar uno de los mayores campos de
tiro y maniobras de la OTAN “San Gregorio” y un poco más a la izquierda se veía
nítidamente Juslibol con esos conos de tierra sobre los que se alzaban los
postes de luz (resultado de la operación
de extracción de tierras para la construcción de la autopista, donde la compañía
propietaria de los postes se negó a trasladarlos para facilitar la extracción
de los áridos y el resultado fue ese, escavaron alrededor de los postes
dejándolos al aire con un cono de tierra debajo). Aún más
allá a la izquierda, se intuían los acantilados que daban paso a las “Bardenas Reales”, y que el Ebro habría modelado en siglos y siglos
de erosión y cambios de cauce, haciendo posible la existencia de una tierra fértil
propicia la agricultura y la obtención de productos de agrícolas y de huerta de gran
calidad. Aquellos terrenos altos, similares a las "planas" de María de Huerva, y que se extendían hasta Navarra configurando ese inmenso campo de tiro y maniobras para el Ejército, que se extendía hasta Navarra, había sido en tiempos fondo marino, sinuoso, donde se pueden encontrar fósiles marinos, al igual que mucho más allá, en la Sierra de Urbasa, ya en Estella (desde donde dicen que en las noches se ve el resplandor de la ciudad capital del Ebro). Y si se proseguía con la mirada aparecía la figura del gran Moncayo, a veces se podía
ver con nitidez la nieve sobre sus laderas y otras veces se veía, con gran
belleza, el recorte oscuro de su figura, destacando cuando el Sol se ponía, detrás de él, en el
horizonte del atardecer. De la propia urbe se
distinguían la mayoría de los edificios emblemáticos de la ciudad, El Pilar, Don
2000, la Romareda, La Casa Grande,…. Aquellas
vistas le habían llevado al marido a comprar un prismático y conectarlo a la
cámara de video, de los de entonces VHS, para visionar en directo (por medio de metros y metros de cable)
desde el aparato de tv instalado en el salón, para ir constatando el territorio que les rodeara, fuera
urbano o rural; era la manera que tenía de ubicarse en la nueva vivienda y en
su nuevo trabajo de Guarda de Montes. Al separarse, la mujer se quedó, ente
otras cosas, con todos los planos obtenidos por el marido en la Cartografía del
Ejército, que pegó uno con otros hasta obtener sobre el papel todo el término
municipal de la ciudad. Uno de los términos municipales más grandes de España.
Sin embargo, ya con hijos, ella comunicó al
entorno familiar que se iba a separar; sin embargo comprobó que todo el
discurso sobre la “inutilidad” del marido (que
era el discurso que sostenía como criterio esencial) no se sostenía cuando
intentó llevar la familia ella sola. Para moverse diariamente con tres niños
que no alcanzaba el mayor los tres años, le resultaba imposible. Le faltaban
manos, y el coche furgoneta que había comprado el marido resultó ser esencial
para los traslados en la ciudad; al menos la presencia del marido para ir a
pasear garantizaba el control y la seguridad de tres niños aun casi bebés. Así que
optó por aplazar un año la separación, pues podía haber considerado que con año
más los niños serían gobernables por ella sola. Así que le dijo a la familia que
al marido le iba a dar una oportunidad de un año, a ver si se enmendaba. En el
Caracol, cuando ya era evidente que los planes de la Mater Nutricia se iban a
concretar (sin haber consensuado nada con
el marido ni nuca haber hablado nada de común acuerdo, más ese: Te doy un año
para cambiar; pero sin decir en qué ni porqué) le dijo el marido; si
quieres habrá sexo (pues tal era la
relación entre ellos que la intimidad no existía, al menos como se concibe en
las películas, con conversaciones y confidencias, sino que era un ejercicio de
deberes rutinarios a los que la Mater Nutricia obligaba al marido e incluso pretendió
poner horario unilateralmente, tal vez para asegurar que el marido no se
pudiera quejar de nada, pero este renunció a horarios y a los ejercicios) y
ella le contestó: “Ahora es tarde, tu familia me consideraría una bruja”.
Las
insinuaciones y desprecios diarios hacia el marido se intensificaron y éste
llamó a su psicoterapeuta por teléfono quien le dijo: Tomate una grajea, puedes
tomar hasta seis. La abogada ya le había dicho que no podría salir de ese
entorno sin sentencia judicial pues le acusarían de abandono de hogar, así que
tocó resistir; aun así se trasladó a la
consulta y la dosis que se había tomado de grajeas, dentro de los límites
médicos que le acababa de recomendar, le produjo una bajada de tensión súbita,
desplomándose, justo al llegar; el médico, al reincorporarle le dijo: Sólo es
mala leche, solo es eso; como intentando que racionalizara, desde la normalidad (intentando que la racionalización le protegiera de esa frialdad calculada).
Resulta
sencillo comprender que una situación entre adultos que han formado pareja y se
pretenda disolver unilateralmente por parte de uno de ellos, pueda enmarcarse en
esos términos, parece obvio que la persona que toma la iniciativa de separarse
elige el “terreno” donde se desarrollará ese escenario, las reglas que regirán
y la escenificación que de ella realizará, ante el entorno social que ya está
avisado (aviso que es preciso para que no se alarme ante una llamada de apoyo o ayuda del marido y acudan perturbando el desarrollo de los planes ya preconcebidos; es decir, el aviso, en este caso y ante estas personas familiares, aísla a la víctima); y que se mantuvo al margen, totalmente, luego confesando al varón que
toda su atención se centraba en cómo y de qué manera llevaría a cabo esa
separación (por si fuera causa de
admiración o de reproche). Pero no se termina de concebir que semejantes
términos y aun mayor extremo, que ya se pudiera concebir como crueldad, sea
exhibida en Mater Nutricia ante su propio vástago.
Algo de irracionalidad hay en todo ello, de contra natura; lo lamentable es que lo paguen los más ingenuos (será por eso, porque son ingenuos y se mueven desde la ingenuidad) mientras que otros se mueven más bajo criterios más puramente animales pero dotados de inteligencia social. Pero así somos los seres Humanos, tenemos una parte animal, también, que es determinante en nuestra conducta y actos; y una inteligencia práctica que permite jugar con las apariencias en el entorno social. Y hay quien se ha dedicado a jugar a todo eso, toda la vida, como para darle sentido a la propia vida.
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