Miguel Ángel Ibáñez Gómez - maiges_ps@hotmail.com

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jueves, 28 de mayo de 2020

La “mala leche”, entender la Libertad según convenga.


La “mala leche”, entender la Libertad según convenga.

Resultó sorprendente cuando en la primera conversación seria con la madre, sobre el seguimiento del tratamiento del hijo – para que este acabe consiguiendo encontrarse en el camino de las plenas capacidades personales que le permitan entrar en el trayecto de una vida plena y satisfactoria, al menos en igualdad de condiciones que el resto de las personas que conformamos la sociedad – se destapara, esta señora, esgrimiendo el argumento de la libertad en el hijo como elemento prioritario – por encima incluso de lo conveniente para su salud -  y mostrando tal principio como si fuera irrenunciable condición que en todo lo que en él, en el hijo, atañe, debiera observarse prioritariamente.
Aquella postura y argumento de la señora, exhibido de manera tan contundente; al punto que parecía que la señora estuviera dando un discurso político al padre, donde la “entonación” de la voz variaba entre “polos”, unas veces como quien estaba exponiendo, en una clase, argumentos “educativos” y el otro “polo” de la entonación se desplazaba inesperadamente a lo que parecía una “admonición” particular sobre el interlocutor, el padre; hasta el punto de parecer, el conjunto de ese tramo de la conversación, como si se tratara de un “aparte” que realiza una “autoridad” sobre una persona con el fin de realizarle, a la vez, tanto el fundamento de un “principio” como la consecuencia que puede llegar de no atenerse al mismo (así se percibe con nitidez, para el padre, en la grabación telefónica de la, prácticamente única conversación con la madre al respecto de lo que pudiera ser conveniente para el hijo en esta etapa de su vida).
En su momento no permitió a los hijos seguir viendo al padre, pese a que cuando estos se ponían al teléfono cuando llamaba el padre, les dijera que sí querían verle; ella impasible, al terminar la conversación con el padre le decía al ex_marido: “No quieren verte” – sonaba a cinismo puro y duro, pues era ella quien controlaba el acceso al aparato telefónico y quien permitía al padre hablar con los hijos. Así que la frase lapidaria que decía al padre, los niños también la oían. Resulta claro que, en ese momento, la señora, no aceptaría la voluntad de los hijos como expresión de libertad de ellos; se erigía como garante de algo, a su juicio, más importante a defender (por lo que después se supo que podía ir argumentando del padre sin que este nunca lo supiera de primera mano por boca de la propia madre – ni qué tipo de objeciones tenía ni el motivo del alcance de las mismas…. Pasaron muchos años hasta que el padre pudo hacerse una conjetura – imposible de “digerir” y por lo tanto aceptar plenamente - de lo que realmente le estaba aconteciendo en primera persona a él y a sus hijos). A partir de esa ruptura filial, la madre tuvo plena libertad – ella sí la tenía – para “construir” su propia versión de “su propia existencia y realidad”  sin que nadie pudiera oponerse u objetar nada al respecto a cada uno de sus argumentos; e incluso, al entorno familiar del ex_marido pudo construir otra “versión vital de la existencia de la propia madre” en la que el ex_marido aparecía como “pobre desgraciado” a la que ella daba por “desahuciado” y del que nada quería saber (pues sus hijos eran lo mejor del mundo y con ello se sentía plena) ahorrándoles los detalles más escabrosos, al entorno familiar paterno, donde ella sustentaría sus criterios familiares al resto de la sociedad circundante; parece  ser que ese entorno familiar paterno fue descubriendo la magnitud de aquella trama que la señora tejió hace casi treinta años para crearse su propio “espacio de libertad” a sus anchas. Curioso que cuando empezara a formalizar la relación con su segunda pareja “formal”, la madre le expresara al que fuera a ser su pareja (que duró 9 años  y con la que tuvo estos únicos hijos) que “no sé qué hay que hacer en la vida”; desde luego, en cuanto llegaron los hijos y el reconocimiento del entorno social por su rol social de Mater Nutricia (y cuyos principios esenciales y de fondo también memorizó y exponía al padre por teléfono no hace mucho), entonces sí parece que supo qué hacer en la vida.
La libertad no es un concepto abstracto en sí mismo, que se puede aplicar a cualquier circunstancia en la vida. Ir conociendo el entorno social, sus reglas, lo conveniente, los itinerarios consensuados en la sociedad – las maneras y formas que debemos aprender para movernos en ella – no es algo que bajara del Cielo porque sí, requiere un aprendizaje que se inicia en familia y en el entorno escolar; y allí, en esa familia, ni hubo realmente seguimiento real, ni consejos sinceros y desdramatizados a los hijos, ni apoyo en resolver situaciones de ellos …. Es decir, así entiende  esta señora la libertad, los hecha al mundo (y se lee las obligaciones estrictamente legales que tiene con ellos: alimento, colegio, vestido y hogar) y el resto les corresponde a ellos en “su libertad”; y si vienes con problemas o con algún error cometido, según la edad que tengas, paliza va y viene.
En el caso actual vemos una de las consecuencias y efectos de ese proyecto “educativo” sobre los hijos, una de ellas. Cabe pensar que la madre echa la culpa de ello al carácter del hijo (como así nuevamente lo señala en la conversación telefónica con el padre, cuando este le señala que “seguro que a la madre, en algún momento, alguien le echara una mano para orientarte en la vida” y ella contesta, “sí, pero en ello también entra el carácter de la persona”); desde luego, pero dos cosas a señalar: Mírese la señora su carácter; y véase cómo puede ser consecuencia de la soledad en que se educaron a los hijos y que ellos posean rasgos más o menos pronunciados de ese mismo rasgo de carácter (por haberse dejados en soledad y con poco o nula orientación desde la familia; desde luego parece que esa fuera la manera en que ella misma se concibiera como autoridad familiar para nunca equivocarse ante los hijos y mostrarse “perfecta” en imagen y autoridad; palizas, simplemente palizas y que ellos extrapolen el motivo de las mismas por su cuenta…aquí vemos uno de los resultados).
Existe una verdadera distancia entre concebir un apoyo y seguimiento de los hijos ante ellos mismos, como refuerzo, respaldo y oportunidad de establecer confianza en ellos o dejarlos al ambiente del entorno educativo del Estado, y que sea éste quien desde los centros de enseñanza carguen con esa responsabilidad (ya sabemos que eso es un error, fue un error, en el que parece que la madre, a pesar de su profesión pudo haber caído), pues si la llamaran desde los centros educativos por razón de sus hijos nunca terminó de asumir iniciativa real sobre orientarlos implicándose, sino como recibiendo el resultado que tendía a señalar naufragio en  la visión maternal, hasta el punto de que los hijos repitieran cursos (por el ambiente nefasto en casa) y la señora se desentendiera de asumir iniciativa al respecto en ellos, más allá de  la violencia (y consecuentemente así no asumir responsabilidad propia). Aquí es donde aparece, a juicio del padre, realmente la idea de “libertad” tal y como la entiende la madre, y que es una “visión” que ya se ejercía en el pasado, cuando la autoridad familiar se concebía plenipotenciaria sobre los hijos pero a la vez carente de recursos y habilidades para reconducir desde la normalidad el “encuentro con la sociedad” de los hijos y todo lo que ello implica de aprendizaje y gestión – así, ninguna autoridad se equivoca, pero desde luego eso no es o debiera ser una familia.
Así que desde ese naufragio claro, uno de los hijos se queja y muestra afección y la solución es más de lo mismo – y en ello pugna implicar con el mismo criterio al entorno facultativo para que “le siga el juego”, aunque ya se viera inadecuado (y cuyos errores no han hecho otra cosa que empezar a mostrarse, pero que se verán más, tal vez en otros hijos en momentos inesperados… probablemente).
Así que el hijo, que ya acepta y vislumbra, nuevamente, que la medicación puede ser su aliada busca salir del entorno donde se le crea todo tipo de confusiones; pero es obvio que habrá resistencia a esa voluntad en el hijo, porque de alguna manera ello muestra “errores” de fondo en el criterio materno. Así que en este caso tampoco la madre se pliega a su propio criterio de “libertad” que esgrime ante el padre en la llamada telefónica aludida, sino que pugna, ante el hijo, en que este haga lo que ella considera como “conveniente para él” (seguir en la urbanización y/o bajo su “control”) que es el ya consabido: Haz lo que quieras, la medicación atonta, una persona “normal” aguanta mis broncas sin problema alguno, la medicación te hace dependiente, … pero eres libre – si “algo haces mal a mi juicio”, ya sabes ingreso forzado (la ley del palo; es como concibe la libertad la madre si alguien de los que considera propiedad en su visión de la “territorialidad” pretende salirse de su “jurisdicción” materna). Y el hijo se quiere ir.
Algo que resultó revelador al padre en su momento, y que le llevó a tener que considerar que debería hacer, e iniciar, en algún momento, un “trayecto” para cambiar la concepción que tenía de la madre como persona fue cuando, (ya en medio del proceso de separación - cuando ya empiezan a mostrarse el “juego” que tanto tiempo tenía la esposa “escondido” a los ojos del marido, pero no de la sociedad que le circundaba a ambos) la esposa le dijo mirándose al espejo de cuerpo entero del recibidor de la casa de la familia, mientras se decía en voz alta así misma: “Aun estoy de buen ver” – como si alguien del entorno asesor jurídico con esa frase le terminara de asegurarse, de que la mujer daba el paso, por si tuviera duda en algún último momento - y viendo al esposo al lado, mientras ello se decía así misma, le dijo a este: “Eres un niño “bien” – como si ese hubiese sido el problema en su matrimonio – “cómprate unos vaqueros ajustables” – como diciéndole que así tendría una oportunidad en lo que parecía para ella esencial, realmente esencial en su vida y, consiguinetemnet, en la del resto de la humanidad que ella consideraba “normal”. Parece que el problema con su hijo, con ese particular, es que también, como su padre (entre otras cosas más llamativas) es  que es “Un niño bien”, y ella no lo soportaría? – de ahí que haya estado en las últimas semanas, la madre, intentando persuadirle que, según ella, él, el hijo, este hijo, es violento.  Qué éxito para la madre sería conseguir persuadirle al hijo de ello y que “se lo crea, para hacerle sentir que ello forma parte de sí mismo y lo acepte como parte de sus posibilidades en las relaciones interpersonales y/o sociales; la “película/guión” de la madre conseguiría “hacer pie y tierra”, en los ambientes sociales, incluidos los sanitarios, que parecen ser los que más intenta “trabajar” la señora. Desviar la atención sobre el hijo, para hacer creer que es su carácter, es propio de él y no una respuesta ante una situación de “permanente” desatención real y “abandono” desde niño – teniéndose que ir construyéndose así mismo desde el lento proceso de acierto/error/palizas, de la madre; desde luego la actitud del joven es meritoria; y desde luego sí merecedora de un apoyo sobre su persona que haga posible una oportunidad real y realista.   (y de ahí que el hijo señale la aparición de “amigas” en la vida de la madre de “amigas”, en la vida de la madre con hijos realmente “mal” emocionalmente; como quien se informa de cómo, y de qué manera ir persuadiendo al entorno social y facultativo de que su "solución final" es no es solo la mejor solución, sino  la  inevitable. Y de ahí la idea del hijo en rebatir en su Facebook a la madre, simplemente publicando artículos que definen la relación con ella, la madre; y buscar información sobre psicología, pes es consciente que la madre así manipula al entorno social. Que la madre entre al trapo y conteste la publicación de un artículo en facebook del hijo, cuando tiene acceso directo al hijo, casi, en sí mismo, parece señalar prepotencia).  
Lo más triste es que siga habiendo  un entorno jurídico (señalado ya) que de soporte a esta "visión", e incluso cierto entorno social que lo justifique; parece ser propio, incluso, de formar parte de una estrategia casi política en nuestra sociedad (cuando una compañera que trabajó años en casas de acogida le dijera al padre, después de lo inviable que resulta mostrar los malos tratos de una madre sobre hijos, que le ofrecía todo su cariño, y que no hiciera nada que le pudiera llevar a la cárcel; en ese momento el padre nada entendió en ese último punto, pues le parecía estar viviendo una situación anómala que se podría reconducir rápidamente, por ser precisamente abiertamente anómala; pero la conversación de esta amiga le reveló, cuando sobre ello meditó, que parece común práctica en entornos maternos; y que alguno, desesperado, llega a hacer mal, y en ello perjudica a todos, incluidos hijos; y que, precisamente, lo que se pretendiera evitar).

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