Miguel Ángel Ibáñez Gómez - maiges_ps@hotmail.com

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viernes, 16 de marzo de 2012

La Gran liada


Esta era una jovencísima mujer, que un día, yendo a buscar agua con sus primas a una de las fuentes de la ciudad vieron al joven hijo del viejo Rey. El Príncipe se bajó de su elegante caballo y les pidió que le ofrecieran agua. Las muchachas deslumbradas por el Príncipe se apresuraron a darle agua, pero éste la aceptó de una en particular. Al marcharse el Príncipe, las primas de la más joven de las muchachas le dijeron:

- Has visto! Ha preferido tu agua a la nuestra! Y la casi niña se fue soñando a su casa.

Al poco tiempo se repitió la escena y la niña corrió a ofrecerle su agua al Príncipe y este reparó en su belleza y la invitó a su palacio para un encuentro secreto. Sus primas se alegraron y la ataviaron, en secreto, con los mejores vestidos de sus casas y los mejores perfumes que pudieron conseguir.

Las citas se repetían hasta que unas semanas más tarde la niña le dijo a sus primas que estaba embarazada. Las niñas se alegraron y empezaron a soñar que entrarían en la corte y en vestidos de ricas telas y qué se yo.

Pero al enterarse el Príncipe del estado de la niña este dejó de ofrecerle visitas. Y un gran temor empezó a rodear los pensamientos de sus primas. El viejo rey estaba muy contrariado por el suceso (ya que perjudicaba los planes que tenía para su hijo) y decidió buscar a la muchacha embarazada. La familia de esta acabó por enterarse de lo sucedido y rápidamente buscó a un tío de la niña para que se hiciera cargo de la situación.

Salieron rápidamente de la ciudad y del país y en el camino hacia una ciudad pequeña dio a luz un precioso bebé (para entonces el viejo rey había muerto y el príncipe había llegado a rey y casado con una princesa).

Pero la Historia no acaba allí.

Para ese viaje, el tío de la niña había vendido las pocas pertenencias que tenía. Él era un hombre austero que vivía de un humilde oficio, con una vida honrada y de servicio prudente hacia los demás. Por ello le había elegido la familia de la niña para esa empresa. Por el camino nadie le dio cobijo en hacienda alguna. Al verlos, la niña embarazada y él un hombre viejo, se decían, “Pecado habita en esta unión” “Obvio que huyan y anden errando por el mundo”. Así que nadie les ofrecía, ni aceptaban, el poco dinero que tenían a cambio de un alojamiento y comida. Así que al viejo hombre (dicen las malas lenguas) casi le entró la tentación de robar comida si no fuera que por su ingenio pudo, al fin, obtenerla a cambio de dinero. Fueron durmiendo en cualquier lugar que encontraban en el camino y consiguió un burro para evitar que la niña fuera a malograr la criatura que tenía en su vientre.

Así andaba el tío de la niña: injuriado y vejado por donde pasaban. Él que había llevado una vida honrada tenía que soportar tantas injurias. Optó por rehuir las poblaciones del camino y clamó al Cielo: “¿Porqué me mandáis tal castigo?” “No conozco varona, he sido honesto, he socorrido – prudentemente – al perseguido y al desprotegido. He ayudado a mi familia y me veo en semejante calamidad” “Por favor – clamó – al menos darme una satisfacción y consuelo dentro de tanta infamia”.

El Cielo escuchó su clamor, más él no tuvo la paz en ese momento.

Llegó el día del parto de la niña. Y buscó su tío una cueva donde refugiarse; pues ni aún en ese trance hubo nadie que se apiadara de ellos. Nació un precioso bebé y coincidió que uno de los pastores, que usaban la cueva de vez en cuando, acertara a pasar por ahí. Al ver la escena se asombró y fue al pueblo cercano, donde vivía, y contó el suceso. El hombre sabio (y bueno – porque no se puede ser sabio y malo) se interesó por el suceso. Era un hombre estudioso de los fenómenos de la naturaleza y del cielo, y había observado un hecho singular, días atrás, en el firmamento, que le dio por pensar que algo especial podría suceder o estaba sucediendo en algún lugar. Fue a la cueva y vio la pequeña familia y comprendió su tragedia apenas sin mediar palabras. Así que le dijo a uno de sus acompañantes que fuera al pueblo y les dijera a los vecinos que un niño bendecido por el Cielo había nacido muy cerca y precisaba de comida y vestidos. Rápidamente se llegaron con comida y ropas y se corrió la voz por el lugar hasta llegar a oídos del Gobernador.

Éste quiso ver al niño, pero el tío de la niña enterado de la intención de visita, conociendo cómo se las gastaban los poderosos, decidió marcharse del lugar. El Gobernador, al no hallarlos, acrecentó el mito del niño y dio parte al Rey que, pensando que el porvenir de su hijo estaba en peligro, mandó llamar a su presencia, bajo engaños de dones y riquezas, a todos los niños nacidos por esas fechas. Así fue que todas las madres quisieron esas riquezas para sus hijos y modificaron las fechas de sus nacimientos para presentarse delante del Rey; éste separó los niños de sus madres, a las que dijo que vivirían en su palacio, y una vez se fueron los mandó matar a todos. El hecho acabó por trascender y el Tío de la niña se fue aún más lejos de aquellos parajes; aumentando, notablemente, su pesar.

Se estableció en las afueras de una ciudad y trabajó en su oficio (y otras faenas que no vienen al caso).

Viendo crecer al niño fue magnánimo con él, y el niño (sueño de su madre) creció en sabiduría. Y pronto comprendió que el señor que lo amparaba a él y a su madre no era su padre y su imaginación voló en historias, hasta que comprendió gran parte de la tragedia familiar. Entonces pensó que no hay más padre común que el Padre Divino; y en esas creció su Fe y pregonó Amor y el Amor hizo milagros y los poderosos se volvieron a fijar en Él (temiendo por sus haciendas, riquezas y negocios) y esta vez no lo dejaron escapar con vida (al menos a los ojos de los mortales).


Credo

Creo Señor firmemente,
Que de Tu pródiga mente,
Todo este mundo nació,
Que de tu mano de artista,
De pintor primitivista
La belleza floreció,
Las estrellas y la luna
Las casitas y las lagunas,
Los barquitos navegando
Sobre el río, rumbo al mar,
Los inmensos cafetales
Los blancos algodonales
Y los bosques mutilados
Por el hacha criminal.
Los inmensos cafetales
Los blancos algodonales
Y los bosques mutilados
Por el hacha criminal.

Creo en Vos, arquitecto, ingeniero
Artesano, carpintero, albañil y armador,
Creo en Vos, constructor del pensamiento,
De la música y el viento, de la paz y del amor.

Yo creo en Vos Cristo Obrero,
Luz de luz y verdadero unigénito de Dios,
Que para salvar al mundo,
En el vientre humilde y puro, de María se encarnó
Creo que fuiste golpeado, con escarnio torturado,
En la cruz martirizado, siendo Pilatos Pretor,
El romano imperialista, puñetero y desalmado,
Que lavándose las manos, quiso borrar el error
El romano imperialista, puñetero y desalmado,
Que lavándose las manos, quiso borrar el error

Creo en Vos, arquitecto, ingeniero
Artesano, carpintero, albañil y armador,
Creo en Vos, constructor del pensamiento,
De la música y el viento, de la paz y del amor.

Creo en Vos compañero,
Cristo humano, Cristo Obrero, de la muerte vencedor,
Con el sacrificio inmenso, engendraste el hombre nuevo,
Para la liberación,
Vos estás resucitando, en cada brazo que se alza,
Para defender al pueblo del domino explotador,
Por que estás vivo en el rancho, en la fábrica en la escuela
Creo en tu lucha sin tregua, creo en tu resurrección
Por que estás vivo en el rancho, en la fábrica en la escuela
Creo en tu lucha sin tregua, creo en tu resurrección

Creo en Vos, arquitecto, ingeniero
Artesano, carpintero, albañil y armador,
Creo en Vos, constructor del pensamiento,
De la música y el viento, de la paz y del amor.

Creo en Vos, arquitecto, ingeniero
Artesano, carpintero, albañil y armador,
Creo en Vos, constructor del pensamiento,
De la música y el viento, de la paz y del amor.

Creo en Vos, constructor del pensamiento,
De la música y el viento, de la paz y del amor.



Elsa Baeza - Credo

 






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