Miguel Ángel Ibáñez Gómez - maiges_ps@hotmail.com

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miércoles, 21 de marzo de 2012

La realidad.



“Las soluciones se encuentran en el espacio inmaterial”, me dice el pensamiento cuando voy camino al almuerzo.

La realidad parece encontrarse por todas partes, pero no es así; lo que vemos son las manifestaciones de la realidad y esta es intangible a los sentidos (vista, oído, olfato, gusto y tacto). La verdadera realidad se encuentra en un espacio inmaterial pero que se puede "sentir" con algo de práctica (quién no ha sentido, y siente, la “sintonía” con una persona; la previsibilidad de su conducta hacia nosotros, y el cuidado que ponemos para que no se rompa esa magia nacida del encuentro con una persona en el mundo “inmaterial: el mundo de los sentimientos y emociones). Así que los cinco sentidos físicos pueden interpretarse como los cinco sentidos del “otro lado” de lo tangible: “Vista”, “oído”, “olfato” ,“gusto” y “tacto”.  Incluso el orden para enumerarlos determina un “aparente” camino a recorrer más allá de las fronteras de lo material (pero aceptado, plenamente, en la sensibilidad humana que no se ancla en los sentidos). Y la diferencia en el uso de unos u otros es realmente “sustancial”. Es tanto como la diferencia entre lo aparente y lo real (donde lo real para todos es lo aparente para mí: subjetivo, e incluso irrisorio).

A pesar del reconocimiento de esta singularidad, no siempre la seguimos y tenemos que recurrir a las “normas del buen gusto”, que aparecen como rígidas estructuras de respeto. Sin embargo, mejor es descubrirlas por uno mismo y adaptarlas a la capacidad de cada una de las personas a las que va dirigida nuestra atención. Cuando eso se produce, y se pone cuidado en ello, empezamos a hablar (no sólo de respeto) si no casi de cuidados dirigidos hacia un ser, que como nosotros, es sensible y por lo cual deseamos su bien de la misma manera que deseamos el bien para nosotros.

“La vida es una herida absurda” y todos han pasado por esa experiencia; pero nadie habla de una herida física: “me corté con la hoja de un libro”, me clavé un clavo en el pié”… la herida de la que se habla es la “desintonía” con el entorno o con una persona. Y ello, a pesar de ser algo intangible, puede llegar a ser mortal. Y viceversa, la sintonía con una persona (más si se ama) potencia las capacidades de las personas (capacidades que estaban en el mundo inmaterial) y potencia la relación con el entorno y la propia salud.

Para nada es difícil imaginar que los cuidados de una madre hacia su recién nacido son la base de su salud (y esos cuidados nacen en el mundo inmaterial y se expresan en el material) y la retirada de esos cuidados pone en entre dicho la viabilidad del nuevo ser. Al igual ocurre cuando nos asalta la enfermedad (debe de haber primero una predisposición hacia la misma en el plano de lo intangible para adquirirla), los cuidados que requeriríamos para nosotros son el camino de la sanación o de la “buena muerte”. Y todo ello se puede resumir en la palabra Amor (como el amor de la lumbre, el amor del fuego, el amor de la casa, el amor del padre, el amor de la madre, el amor del hermano, el amor del niño hacia su mascota, … el amor = el “calor”; también este concepto tiene dos vertientes, una física que nos parece la real y la otra inmaterial, pero cuyos efectos son muy determinantes y decisivos.

Así pues la soluciones a los problemas están en el mundo inmaterial (a todos los problemas). Pensemos en la crisis actual. Qué pasaría si sustituyéramos las deudas contraídas, por nuestros malos gestores y reclamadas por el exterior, por acciones solidarias y coordinadas y desinteresadas (de contraprestar lo que tenemos – habilidades – a los que no las tienen); solo durante un tiempo, como se hacía en el pasado en las pequeñas poblaciones. Tal vez fuéramos algo más pobres (económicamente hablando) pero ¡qué lección para los materialistas banqueros y especuladores!, y apostadores de las desgracias. O simplemente reclamásemos la misma responsabilidad (ética y moral) que sirve de argumento para penalizarnos a aquellos mismos que los usan contra nosotros. Por ejemplo: España debe tantos mil millones que financia con deuda pública y vamos a aquellos que la compran y les decimos “les vamos a pagar con “amor” (servicios desinteresados) y nos contestan. “No si yo ya tengo choferes, coches, criadas, amantes, familia, propiedades… yo no necesito su “amor”; y les respondemos: “Entonces ¿para qué Uds. nos hacen más grandes las deudas?” y contestan como en el “Padrino”: “No es nada personal, es cuestión de números” (recuerden que los números tienen que ver con contar, con contar unidades) “¿Qué sería de nuestro sistema si cediéramos en ello?” (recuerden que el axioma de los números naturales da lugar a un “sistema”). Y proseguimos preguntando  “¿Pero ese dinero que Uds. nos reclaman no esta respaldado por moneda alguna?” (haciéndole ver que en realidad la deuda ha crecido en las computadoras de los bancos y entidades financieras… como números sin respaldo de bienes ni monedas). Y nos contestan: “Son las reglas del mercado”. Y contestamos: ¿Nos están Uds hablando de la Bolsa, en la que una misma entidad pierde o gana valor en función del estado de humor de unas cuantas personas o de las apuestas que estas realizan?. Y en ese momento nos dan la espalda.

Y análogamente nos encontramos en que una cuestión inmaterial (como lo son el concepto de los números) da lugar a pobreza, miseria, paro, conflictos y guerras.

La solución está, como me dice el pensamiento, en el espacio inmaterial.


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